Capítulo 13. La tribu de la felicidad

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Durante varios días no hicieron otra cosa que navegar, aunque se lo pasaron muy bien. Hacían bonitas fiestas por la noche, jugaban a los botes o practicaban esgrima. Cortés y Sacul se la pasaban haciendo sus típicas bromas como cuando escondieron la ropa amarilla de Amarillo o colaron en los pantalones de Barriga de Oso un pez, después se arrepintieron cuando éste último los cogió a ambos con facilidad por la cintura y los tiró por la borda. El Plumas consiguió varias plumas más para su colección, una de ella porque Pies Largos pisó al pájaro, cosa que no agradó nada a Perséfone. Profundo empezó a pasar más tiempo en cubierta con sus amigos, aunque seguía volviendo a la cofa para estar, una vez más, en armonía con el mar.

Además pasaron varios acontecimientos curiosos como cuando Perséfone probó el ron por primera vez y, como no estaba acostumbrada a beber alcohol, le dio tal sofocón que tuvieron que echarle agua en la cara y estar tumbada por un largo rato en cubierta, Alejandro regañó a Sacul y Dragón por azuzarla a beber. Ocho dejó de usar el par de monóculos por un tiempo porque decía que quería dejar de ver el mundo tras unos cristales durante un rato, hasta que resbaló por el suelo recién fregado por Cacín, llegando a tropezar con la barandilla de cubierta y caer al mar, ya no le importó usarlos.

Al pasar por el sur de África, Alejandro sugirió parar en la aldea de Limber.

-¿Quién es Limber?-preguntó Perséfone a Profundo que es a quien tenía más cerca.

-Un conocido nuestro muy amable-le respondió Profundo- Siempre nos da muchas provisiones o nos ayuda arreglar el barco. Me encanta su aldea, está en un lugar muy pacífico y cercano a la naturaleza.

-¡Qué bien! Volveré a ver a Ayanna-dijo Sacul feliz, ante la mirada de Perséfone explicó:-Es una conocida mía.

-Una conocida, muy bien conocida-señaló Profundo mientras se miraba distraídamente las manos.

El barco no se detuvo frente al límite de la playa sino que continúo por un amplio río. Después de navegarlo durante unos minutos, Pegaso se introdujo por una vertiente oculta por espesa y voluminosa vegetación. Se detuvieron cuando dicha vertiente fue demasiado estrecha y poco profunda. Bajaron del barco y anduvieron a través de los árboles hasta llegar a una zona habitada. Había cabañas, gallinas de un lado para otro, una pequeña fogata y personas. Una de ellas, un hombre de avanzada edad vestido con una especie de túnica y un cayado en la mano, se les acercó con alegría.

-Alejandro-dijo el hombre al verle

-Limber-lo saludó Alejandro-Hallo, lekker om jou te sien.

-¿Qué ha dicho?-preguntó Perséfone en voz baja a Sacul

-Hola, me alegro de verte-respondió Sacul y luego le aclaró:-Alejandro sabe el idioma africano. Yo también, pero sólo algunas cosas como "qué guapa eres", "tus ojos son como estrellas"...cosas así

-Entiendo-comprendió Perséfone sonriendo. Sacul le interesaba saber el idioma para poder seducir a las mujeres de la tribu.

En seguida, muchos miembros de la tribu fueron a saludarles, algunos hablaban español gracias a que los piratas les habían enseñado durante el tiempo que paraban a visitarles. Alejandro presentó a Perséfone a todo aquel que se acercaba a preguntar quién era ella y, además, pidió ayuda a algunos hombres de la tribu para poder arreglar la cubierta del barco, además de algunas provisiones.

Pronto, Perséfone hizo buenas migas con algunas de las chicas de la tribu. Una de ellas, la que hablaba español, le ofreció el poder bañarse y lavar su vestido tras una de las cabañas con un aceite especial que hacían ellas con hierbas aromáticas. Al principio, Perséfone dudó un poco, pues no quería que la viesen bañarse ninguno de los hombres de allí, pero la chica le aseguró que ninguno de los chicos podía acceder a aquella cabaña, era únicamente para ellas. Entonces, aceptó.

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