Capítulo 14. Baile de ensueño

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Al amanecer, Perséfone se despertó junto con Diara, la chica que le había ofrecido bañarse, para recoger algunos frutos que crecían en los matorrales de la senda paralela al lugar donde se asentaba la tribu. Cuando terminaban de recoger, se les acercó el chico con el que había bailado la noche anterior.

-Hola-lo saludó Perséfone

El chico le indicó que lo siguiera hacia un lado de la senda, bastante alejado de donde se encontraban. Diara se fue con el cuenco lleno de frutas hacia las cabañas, dejándolos solos. Perséfone dudó si seguirla a ella o al muchacho, pero como éste insistía y tiraba de su brazo decidió seguirlo a él. La llevó hasta donde unas especies de vacas cortaban el camino, se encontraban a cierta distancia de ellos. Había unas cinco y no eran como las vacas que había visto en Galicia, estas tenían las patas más largas, grandes cuernos y eran bastante más delgadas. El chico, algo nervioso, señaló las vacas con la vara que tenía en la mano y dijo:

-Sal jy met my trou?

Perséfone no entendió nada. Pero como vio que señalaba los animales y sonreía, contestó:

-Son muy bonitas-a la vez que asentía con una sonrisa.

El muchacho se puso muy contento y, sin más, se acercó a Perséfone a la vez que la agarraba delicadamente por los brazos, inclinándose para besarla.

-No-gritó Perséfone a la vez que se deshacía de los brazos del muchacho.

Al hacerlo, hizo que la vara que sostenía el muchacho saliera disparada y golpease en el trasero a una de las últimas vacas. Se creó el caos entre los animales. El muchacho, al ver a las vacas tan enfurecidas, se quitó rápidamente del medio, pero Perséfone cometió el error de gritar y correr senda a bajo, con las vacas galopando detrás de ella.

Mientras tanto, en la aldea, los piratas se desperezaban y empezaban a cargar en Pegaso las provisiones regaladas por Limber.

-¡Capitán! ¿Has visto a Per?-preguntó Amarillo con el vestido de Perséfone en las manos-. Esto es suyo, me lo ha dado una de las muchachas.

-Pues la verdad es que no la he visto-respondió Alejandro extrañado-. Creía que estaba cogiendo las provisiones también.

-¡Ah! Mira, por allí va-dijo felizmente Amarillo señalando la senda que estaba algo alejada de ellos. Perséfone corría por ella perseguida por enormes vacas-. Creo que necesita algo de ayuda.

-Sí, yo también- dijo Alejandro y se alejó corriendo en busca de Perséfone.

Perséfone no se le ocurría otra cosa que correr más que las vacas para que no la atropellasen. De repente, apareció Alejandro quien atravesó rápidamente la senda, la agarró por la cintura a la vez que corría y la apartó de las furiosas vacas, cayendo hacia un lado del camino.

-¡Au!-se quejó Perséfone a la vez que se incorporaba, colocando una mano en la espalda-. ¡Qué bruto! Y luego decías que no ibas a resultar pesado.

-Lo siento, pero tenía que apartarte de la vacas-dijo Alejandro con la respiración agitada aún tumbado. Después sentó y le preguntó-¿Qué has hecho?

-¡Nada! El chico ese, con el que te dije que baile ¿te acuerdas? Me llevó a ver esas vacas y...

El muchacho apareció por la senda corriendo tras las vacas, desapareciendo a lo lejos.

-Ese chico-señaló Perséfone.

-Bueno, ¿y qué pasó?-insistió Alejandro.

-Pues que intentó...

El muchacho volvió a aparecer en la senda. Corría hacia ellos y parecía enfadado. Al llegar junto a ellos, empezó a hablar acaloradamente. Alejandro se levantó y lo cortó:

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