Valery Prescot, una chica gótica que trata de rehacer su vida cuando descubre la auténtica naturaleza de su exnovio. Y con eso en mente se muda junto a su familia a Los Angeles, California donde a su padre le ha salido una muy buena oferta de trabaj...
Hoy sin duda es uno de mis mejores días, tengo como novia a una chica increíble y por primera vez en mi jodida vida creo que me estoy enamorando de verdad de una chica.
No niego que cuando conocí a Katrina pensé lo mismo pero con ella fue diferente, era algo físico que yo confundí con amor verdadero. Pero gracias al universo, el destino o yo qué sé, eso quedó en el pasado y ahora tengo a una chica que me quiere de verdad.
— ¿Te encuentras bien? —Me pregunta Valery mientras sigue comiéndose su algodón de azúcar.
Yo le sonreí y negué con vehemencia.
—No, todo va bien. Solo pensaba en lo afortunado que soy por conocerte —Añadí yo mirando aquellos ojazos grises que tanto adoraba.
—Sin duda tienes un pico de oro, Marcus Miller —Dijo ella riéndose.
Tras terminarse el algodón arrojó el palo en un cubo de basura cercano. Los dos nos levantamos y empezamos nuestro paseo por el muelle, hablamos de todo y nos reímos de varias anécdotas, tanto suyas como mías.
—Oye dime una cosa, ¿nunca has ido a ver a Eric a la cárcel? Quiero decir, para asegurarte de que está pagando junto a sus amigos por lo que te hicieron —Le pregunté rascándome el mentón.
—La verdad es que he recibido varias llamadas de la cárcel, informándome de que el recluso Eric Duane quiere ponerse en contacto conmigo. Pero yo nunca las acepto...no quiero saber nada más de Eric, ni mucho menos que forme parte de mi vida —Me respondió ella suspirando y mirando el horizonte.
—Lamento haberte hecho recordar los malos momentos, Valery —Dije con una mueca y mirándola preocupado.
—Deja de preocuparte tanto por mí, Marcus. Estoy bien, lo he superado...bueno, no del todo porque aun me quedan varias sesiones con Sharon pero estoy lo bastante bien como para poder hablar de Eric —Me aseguró ella tomando mi rostro entre sus manos con una brillante sonrisa.
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—Está bien, aunque yo siempre me preocuparé de ti —Le dije dándole un beso en su frente.
Nos sacamos varias fotos juntos en el muelle y dimos una vuelta por la playa, después volvimos hasta mi moto y le ayudé a con sus cosas.
Mientras ella estaba entretenida subiéndose a la moto, yo me dediqué a observarla. Estaba preciosa, como siempre con su top sin mangas de color negro, sus pantalones anchos (del mismo color) y sus botines que se ocultaban con la tela de los pantalones.
— ¿Nos vamos ya? —Me llamó ella mirándome con una de sus cejas enarcadas.
—Sí, por supuesto. Perdona —Le dije antes de ponerme el casco y montarme en la parte delantera.
