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Tirada en el prado, Moira miraba las nubes esponjosas y sentía el cálido abrigo del sol sobre ella. Había sido un mes duro, el castillo se había visto casi controlado por los MacAllister. A dónde quiera que fuera, estaban ellos. Ruidosos, sucios. Alteraban la paz y tranquilidad que hasta ese momento se había vivido en el castillo.

Moira creía que no volvería a ver a su prima, ahora que quedaba enlazada para siempre a Micheal. Iba a echarla de menos. Le deseaba toda la felicidad del mundo, algo que sabía que iba a necesitar.

De repente oyó un terrible estruendo, y se incorporó sobre la hierba. Parecían gritos. Gritos y espadas. Rápidamente se paró y corrió hacia la fuente de los sonidos, arañando el vestido con las pequeñas ramas.

Llegó hasta la capilla, que estaba abierta de par en par. La desolación se encontraba dentro. Allí, se daban cita el horror con el espanto. Los guerreros Macintosh luchaban destrozaban la capilla, y también a los asistentes al matrimonio.

-¡Lausanne! ¡LAUSANNE!

Moira gritó y gritó, mientras esquivaba a los contendientes de la lucha. Escabulléndose de los combatientes, avanzó casi de manera invisible, por debajo de los bancos que todavía seguían en pie.

Vio a las damas de su tía, la sangre sobre ellas y su mirada perdida, se alejó de ellas y del resto de cuerpos que se encontraba por el camino. Moira se sentía mareada, el olor de la sangre era penetrante, y su energía se veía debilitada.

Cuando llegó al altar de la capilla, divisó una puerta detrás de ella, que permanecía abierta.

-¡Lausanne! -gritó saliendo de la capilla.

Muda de asombro, detuvo su avance. Su prima permanecía sujeta por Micheal MacAllister, y una daga apretaba su cuello. Blaine Macintosh luchaba contra un guerrero MacAllister, el cual intentaba parar su avance.

-¡Lucha contra mí MacAllister! -dijo Blaine, refiriéndose a Micheal, una vez que dio muerte a su guerrero.

Micheal, quien mantenía sujeta a Lausanne, miraba con desprecio al guerrero a la vez que clavaba más la daga en el cuello de su prometida.

-¿Eres un cobarde MacAllister? -Blaine insistía, y bailaba lentamente con Micheal.

El acorralado, escudriñaba una salida, mientras la llorosa Lausanne empezaba a sentir como la daga se clavaba más y más en su carne.

-¡Suéltala!

Con una sonrisa que le heló la sangre a Moira, Micheal cortó el frágil cuello de Lausanne, retirándola de sí.

Moira, helada, corrió a socorrer a su prima, quien miraba hacia el cielo asustada.

Oprimió su mano sobre la herida, y vio como su querida prima perdía sangre y también la vida. Llorando, miró a Lausanne y le dijo que la quería, que se pondría bien.

Pero Moira estaba equivocada, y segundos después, Lausanne emitió un último suspiro. Abrazada al cuerpo de su prima, Moira lloró, y furiosa, miró a Blaine y a Micheal, el asesino de su prima, luchar y golpear ruidosamente las espadas.

Blaine le hizo un corte a Micheal en la pierna derecha, lo que le hizo flaquear, pero no tanto como para no herirle en un hombro. Bastante igualados, los combatientes luchaban sin aliento. Moira, cubierta de sangre, se levantó olvidando el cuerpo de su prima, y con todas sus fuerzas reunió toda su energía y la concentró en Micheal. Vio como era víctima de varias heridas de la mano de Blaine, y deseó que fuera gracias a ella.

Poco a poco, Blaine iba ganando terreno, y consiguió darle muerte a Micheal.

Moira, ya sin fuerzas, miró morir a Micheal, y una pequeña sonrisa apareció en su rostro, una sonrisa amarga.

A lo lejos, un caballo trotaba en dirección a la capilla. El jinete, tapado con una capa oscura, corría sin aliento en busca de Moira.

Cuando la localizó, aumentó su velocidad, y el jinete la subió al caballo. Su cuerpo, lánguido y sin energías, cayó sobre el lomo del animal, y se perdió por el bosque.

El Heredero [Resubida, sin terminar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora