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- ¿Quién se ha atrevido a atacarme en mis propios terrenos?

Cameron se hallaba, con sus guerreros y el clan Macintosh, en la sala del trono. Enfadado, gritaba y maldecía.

-Han sido los MacAllister, padre.

-Al calabozo con ellos-ordenó el jefe del clan.

Y Cayden y el resto de los guerreros Chattan escoltaron a los invasores para llevarlos a los calabozos del castillo, unas habitaciones escondidas bajo al castillo, cuya entrada era laberíntica. El castillo de colina desierta fue creado como un complejo laberinto, donde cualquiera que no hubiera estado antes y recorrido sus pasadizos, podía pasar verdaderos apuros.

- ¿Qué haces despierta? -le dijo Cameron a su esposa, que no era muy dada a las preocupaciones que no fueran las suyas.

Kayleigh estaba sentada sobre la cama, tapada con una capa con el tartán de la casa Chattan.

-Quién puede dormir con esos gritos, ¿qué ha pasado?

-La aldea ha sido atacada por los MacAllister.

Kayleigh miraba a Cameron, sin el leve rastro de pena, ni de desolación por las vidas sesgadas por los invasores.

- ¿Cuándo pensabas contármelo?

- ¿Contarte el qué? -después de haber visto como su aldea era atacada, lo que menos esperaba ahora era tener una pelea con su esposa, que era como bajar al mismo infierno.

-Sobre la propuesta de matrimonio de los MacAllister -dijo a la vez que sostenía en sus manos un papel.

-No hay nada que contar, no se va a unir a un MacAllister.

- ¿Y a un Macintosh si? ¿Después de que te hayan amenazado?

Cameron la miró como si pudiera atravesarla.

Hacía dos lunas había recibido una misiva de manos de un emisario, en la que el jefe de los MacAllister ofrecía una hermandad de los dos clanes. Donde Micheal, el primogénito de MacAllister se uniera con Lausanne.

Cameron no había dudado ni por un segundo en negar esa unión. Nunca. El clan MacAllister había sido un enemigo feroz debido a su amistad con Macintosh. Había un odio hacia los medio ingleses que estaba desvirtuando a los clanes, volviéndolos los unos con los otros. Cameron ya había tomado partido y apostaba por Macistosh y por su jefe.

Al ver que no contestaba, Kayleigh se levantó roja de furia encarándose a su marido.

-Has estado ocultando que estábamos en seria amenaza, y has callado.

-He callado porque unas amenazas no me van a hacer cambiar de opinión.

Cameron consideraba a su amenaza una simple cortina de humo, y lo mantuvo en secreto.

-Lausanne se casará con Blaine, no lo he dudado ni por un segundo.

Kayleigh se había alejado de Cameron, y ahora paseaba por la habitación.

-Entonces te habrás dado cuenta de que no es una casualidad que hayan atacado hoy.

Todo empezaba a cobrar sentido en la cabeza de su mujer, y Cameron casi podía escuchar los engranajes de su mente trabajando.

- ¿Qué hay de cierto en los orígenes de Blaine?

Cameron la miró, pero sin pronunciar una sola palabra.

-Así que es cierto, es medio inglés.

Hacía tiempo que escuchaba esos rumores, pero no les había prestado demasiada atención. Pero ahora lo entendía todo, y no podía permitir que su hija, una escocesa pura acabara con un medio inglés.

-Se casará con el MacAllister y no hay nada más que hablar.

-Mujer, eso no es algo que puedas decidir tu.

- ¿Y vas a ignorar el oro que ofrecen? Y más cuando estamos arruinados Cameron.

Abatido, Cameron se dejó caer sobre un baúl de madera pulida, sin palabras.

-Acepta a los MacAllister -la mente de Kayleigh se cubrió de dorado, de imaginar el oro que podría llegar hasta sus manos.

-No puedo hacerlo, no teniendo en mis tierras a los Macintosh.

Kayleigh fue hasta la puerta despacio. Una media sonrisa cruzó su cara, se le había ocurrido una gran idea que lo solucionaría todo. ¿Querían matrimonio? Matrimonio tendrían.

El Heredero [Resubida, sin terminar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora