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Con ayuda de unas hojas de enebro, agua templada y un sencillo hechizo, Moira realizó una pasta verde que colocó sobre la frente de Rhona. Poco a poco, ésta se fue quedando dormida, y Moira y Eileen pudieron acostarla en el lecho.

–¿Por qué te has escondido Moira? –Eileen la miraba acusatoriamente.

Moira levantó levemente sus hombros en respuesta.

Ajena al pasado de Moira, Eileen no sabía la oscuridad de la que había escapado la joven chica. No conocía nada de su estancia en el castillo Chattan, al que había considerado su hogar, tampoco sabía nada de la masacre en la capilla en el día de la boda de su prima Lausanne, a la que vio morir sin poder hacer nada para evitarlo. Ni que decir tiene, que Eileen no sabía que Moira había sido rescatada de todo eso.

Para Eileen, Moira era nieta de Caterina, la bruja del poblado, y en lo que a ella concernía eran nómadas viajeras.

Una vez que recogieron sus pertenencias de la habitación de Rhona, Moira y Eileen salieron de ésta y ordenaron al guerrero que se hallaba ante la puerta de la paciente, que la custodiara.

La mesa de la biblioteca se hallaba llena de libros. Tras la huida del antiguo administrador y consejero de su padre, Logan, Blaine se había visto atacado por un montón de papeleo y unido a la extraña enfermedad de su hermana, no había podido mantenerse al corriente de todos los aspectos del castillo, incluidos todo lo que concernía a la aldea.

Se puso manos a la obra y abrió el primer libro de cuentas, donde se anotaban las cantidades de grano que se vendían y se compraban tras la cosecha.

La última cosecha había dejado cifras muy bajas, debido a que el grano se había extropeado por las intensas lluvias que habían acosado a la región en la última temporada.

Blaine se quedó atónito al ver que el poco grano que había sido cosechado con éxito, había ido a parar al castillo y que este año, los aldeanos estaban pasando apuros terribles.

Llamó a su segundo al mando esperando hallar una buena excusa.

–Enseguida es la hora de comer, ¿qué crees que habrá?

Eileen hablaba por los codos, preguntando que le sucedería en el castillo. Era la primera vez que vivía en un hogar que no se iría, como su caravana.

–En realidad no lo sé Eileen, pero yo comeré aquí.

–¿Cómo es eso? ¿No piensas bajar, disfrutar de la rica comida y de los guerreros fuertes y guapos? –y Eileen terminó levantando las cejas en interrogación.

Se rió para sus adentros, y le explicó sin muchas ganas que no tenía ganas de estar ante tanta gente, al menos hoy. Moira se sentía cansada del largo viaje.

–Pues bueno, si tú te quedas mejor, así puedo hablar con algún guerrero guapo, ya que tú no me dejarías.

Juntas rieron mientras Eileen se recogía la espesa melena negra en un intrincado moño.

–En vez de una ayudante vas a parecer la señora del castillo –se burló Moira del espeso moño que le cubría la cabeza.

–Puede que algún día lo sea –dijo Eileen guiñándole los ojos pícaramente y riéndose–, el señor del castillo estaba bastante bien.

Las mesas estaban abarrotadas, todos los guerreros se daban en el salón, a diferencia de su mesa, en la que se hallaba él solo desde hace tres años. Miró su plato lleno y deseó estar con su hermana.

Entonces unos gritos y algunas salvajadas dichas por sus guerreros le hicieron perder de vista su plato, había bajado la bruja a almorzar.

–¡Chicos, silencio! –y todos dejaron de aporrear las mesas y lanzar silbidos.

La bruja ni siquiera se sonrojó ni bajo la mirada avergonzada, le hizo una seña para que se sentara a su lado, así al menos conversaría con alguien y no echaría de menos a su hermana, aparte de alejarla de las manos de los guerreros.

Una vez sentada a su lado, Eileen se dejó servir con los manjares del castillo, en su poblado jamás había visto tanta comida junta.

–¿Cómo está mi hermana?

–Está dormida, si los cálculos son correctos despertará mañana y con hambre.

Blaine abrió los ojos con sorpresa, hacia tres años que su hermana era obligada a comer.

–Debes de ser una fantástica bruja.

–Eh, no –contestó con una sonrisa–, yo soy solamente una ayudante, Moira es la bruja.

Aquel nombre le trajo un recuerdo amargo, pero Blaine pensó que era solo una casualidad.

–¿Y porqué no ha bajado a comer?

–Se sentía cansada del viaje, ha sido muy largo señor.

El Heredero [Resubida, sin terminar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora