-Caterina, lo que te digo es la verdad -dijo Moira excitada-. Al llegar al castillo, Nora me llevó a la sala de las costureras donde ya habían empezado a hacerme los vestidos.
La vieja anciana no decía una palabra mientras caminaban juntas por el prado, por el que horas antes, los Macintosh habían abandonado colina desierta.
-Estoy tan contenta Caterina, creo que voy a gritar de la emoción.
Caterina, que odiaba verla ilusionada sin saber lo que su tía le tenía preparado, suspiró tenuemente y paró su avance, y con él, el avance de la muchacha.
-Pero Moira, ¿acaso no lo ves?
Extrañada, Moira se quedó mirando a su maestra.
-¿Qué es lo que no veo?
-¿No ves una intención en todo esto?
Moira se quedó pensativa por un momento, intentando recordar algo sospechoso en el día anterior, pero no lograba encontrar nada. Su mirada se dirigió hacia el cielo, donde las nubes adquirían un matiz sedoso, pero poco a poco de iban desfigurando.
Su tía jamás habría ordenado que le renovasen el vestuario si no fuera, si no fuera porque a raíz de eso, se estuviera deshaciendo de ella. ¿Pero cómo se desharía?, siguió pensando Moira, mientras el sol inundaba todo a su paso.
-Me ha concertado matrimonio -dijo, y al comprender sus palabras, una sombra de duda cruzó su delicado rostro.
Caterina la miraba con ternura, pero también con algo de lástima. Era duro que no fueras la propia dueña de tu vida, y ser manejada como moneda de cambio era una dura forma de vivir.
-No puede ser, tengo...-dijo deprisa y corriendo hacia el castillo-, tengo que enterarme.
Caterina se quedó sola en el prado, viendo como Moira corría.
-Una humillación, sí, eso es lo que es.
Gowan Macintosh, enfadado, volvía a casa sobre un caballo. Debilitado, apenas podía sostener las riendas del córcel, pero se las arreglaba.
Se sentía estafado, engañado, traicionado. Su único aliado en tierras escocesas le acababa de vender por un puñado de oro y baratijas.
Mientras, Blaine, cabizbajo y pensativo, se negaba a sí mismo lo que había sucedido. Habían perdido un gran apoyo, y ahora su lucha era solitaria.
Pensaba en su gran amigo Cayden, alguien a quien había perdido para siempre por la codicia de su madre. Kayleigh, a quien nunca había soportado, se había hecho cargo de la situación, concediéndole en matrimonio una mujer digna de un mestizo, una bastarda. Así nunca conseguiría el respeto que pedía y luchaba en cientos de batallas vividas.
Tras llegar al castillo Macintosh, Gowan se encierra en la biblioteca y junto a Logan, tratan de minimizar daños y hallar una solución al problema que se les venía encima, una batalla en la que estarían solos contra los demás clanes.
-Creo que lo mejor es que nos rindamos a su propuesta -dijo Gowan cansado.
-Nos dejaría en una posición de desventaja, mi señor. No podemos someternos, y más cuando nuestro único aliándonos con nuestro mayor enemigo.
Estaba claro que la actuación de Cameron Chattan había sido sorprendente, no sólo cediéndole la mano de su hija a su enemigo, sino que también le había ofrecido la mano de una bastarda a cambio, como si fuera a ser lo mismo.
-¿Sigue manteniendo relación con Inglaterra? -la voz sibilina de Logan, consejero de señor, se veía cargada de razón.
-Todavía mantengo cartas con Darran, mi cuñado. Pero no sé en qué nos podía servir eso -dijo, confuso y apenado.
-Está claro que si bien no han podido conseguir un lugar en las higlands -siguió el retorcido consejero-, ¿porqué no buscar la solución a manos de Inglaterra?
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El Heredero [Resubida, sin terminar)
Historische fictieBlaine Macintosh es el futuro señor del castillo Macintosh, pero tendrá que esperar a que llegue su momento de gobernar. Mientras tanto, su padre le urge para que concerte un matrimonio con un clan vecino y amigo, los Chattan, y así ganarse el respe...