Capítulo 16

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SPENCER

La ambulancia salió camino del hospital; yo acompañaba a Victoria puesto que, aparentemente, no tenía lesiones de extrema gravedad. Aún así tenía varios huesos rotos. Mis compañeros llevaron al su-des para leerle sus derechos y comenzar con el interrogatorio. Claro estaba que no habría manera de que este se salvara de una cadena perpetua.

Al llegar al hospital me instalé en la sala de espera, el doctor me informó de debería de esperar un largo rato pues querían asegurarse de que no hubiese ninguna lesión interna. Aquel hombre, rubio, de ojos marrones, con una estatura normal en la media estadounidense, se mostró delicado a la hora de hablar. Por sus gestos, sería un buen profesional. Avanzaba con rapidez pero sin prisa hacia el cuarto de Victoria y minutos después una enfermera sacó su camilla para girar a un pasillo situado a la derecha.

Una vez sentado en aquellos incómodos asientos de plástico, abrí mi cartera y busqué mi nuevo libro de física. Al cogerlo reparé en que había un libro desconocido para mí, solté el libro que tenía en mano para centrar mi atención en el desconocido. Miré la portada; Una Mente Maravillosa. Guardé mi libro de física y lleno de interés comencé a leer. La obra hablaba del matemático John Forbes Nash, quien ganó el premio Nobel de economía por sus procesos de negociación. Todo ello, mientras luchaba contra una enfermedad que conocía bien, la esquizofrenia.

Leía con mi velocidad habitual y solo levanté la vista del libro una vez en la que me pareció escuchar por megafonía el nombre de Victoria; fue entonces cuando recordé que era uno de los libros que cogimos del cuarto de Victoria para analizar si había huellas o alguna prueba. Los técnicos al no encontrar nada lo devolvieron todo. Sin embargo, en lugar de devolver el libro a la casa lo metí en mi cartera. Terminé el libro y me tomé un café. Al volver a la sala de espera me encontré con el doctor.

-¿Como está?

-Bueno no hay estado de gravedad; tiene dos costillas rotas y la tibia un poco fracturada. Además de ciertas heridas superficiales. No hay signos de agresión sexual.

-¿Puedo pasar a verla?

-Por supuesto agente, pero le recomiendo que vaya con calma. Lo ha pasado mal y está algo afectada.

-Gracias. -Fui deprisa hacia su habitación, toqué en la puerta con golpes suaves y abrí.- ¿Puedo pasar o prefieres estar sola?

Me sentí idiota por hacer esa pregunta.

-Pasa. -Dijo ella con una sonrisa dulce. -Tengo que preguntarte algo.

Algo nervioso pasé a la habitación y me senté en un sillón cerca de su cama. La miré a los ojos esperando su pregunta.

-Sé .... bueno, vi a mis padres esa noche.

-¿Estuviste presente cuando Thomas...?

-¡No! Eso no pero cuando me arrastró desde mi habitación a su coche vi la escena. Todo lleno de sangre, mis padres en el suelo... -Las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos, y comencé a sentir algo dentro de mí, no podía verla llorar. -Debería de haber gritado o algo cuando escuché los primeros ruidos.

-No. -Me miró con incredulidad. -No te culpes por lo que pasó, gritar, teniendo en cuenta sus delirios solo hubiera servido para enfadarle más. Si te sirve de consuelo, o al menos de alivio, ninguno de tus padres sufrió. Aunque la escena del crimen estaba llena de sangre y la gran cantidad de heridas, la mayoría de ellas fueron hechas postmortem.

Bajó la cabeza y tras soltar un suspiro, con la voz algo rota dijo:

-¿Siguen en la morgue? Su deseo era incinerarlos.

-Por supuesto, puedo ocuparme de eso mientras sales del hospital.

Subió la cabeza rápidamente y me miró sorprendida.

-¿Harías eso? Digo... no te puedo pedir algo así, era mi familia y se supone que soy yo la que se tiene que ocupar de eso.

-No había hecho esto nunca pero creo que mereces tener, al fin, tranquilidad. Quiero hacerlo.

Oscuridad (Spencer Reid)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora