Capitulo 21

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Estábamos abrazados, el momento de despedirnos había llegado. Nos encontrábamos en la puerta del centro donde ella ingresaría. Y en dos horas mi avión saldría directo a Quantico. No quería separarme de ella, con solo pensarlo me invadía una sensación horrorosa. No podía dejarla sola.

-Vas a perder el avión. -Dijo mientras se separaba un poco de mí.

-Si, es cierto. ¿Estarás bien? -La miraba a los ojos aún sin soltarla.

-Lo intentaré. ¿Podré contar contigo?

-Siempre, de verdad. Cuando necesites algo no dudes en decírmelo.

-Gracias, muchísimas gracias. No sé como hubiera hecho todo esto sin ti. Has sido increíble.

-No hay nada que agradecer, solo,... me gustaría preguntarte algo.

-Claro. -Me miraba con curiosidad y, ante sus ojos, que no dejaban de mirar los míos, intenté dejar atrás los nervios que sentía.

-Bueno, quería saber si... si podría escribirte. No me gustan los e-mail, de hecho no tengo, ni las redes sociales. Y me gusta más escribir cartas que hablar por telefono, puedo expresarme mejor...

-Spence -en ese momento me di cuenta de que había empezado a hablar casi sin control- escríbeme todos los días. Nada me haría más feliz.

Sonreí, aquella chica me comprendía y, no solo eso, sino que realmente compartía mis gustos y mis ambiciones. Me sentía tan a gusto con ella, nunca me había sentido así con nadie. Ni siquiera con el equipo, que eran como mi familia.

Observé el reloj, eran las 5;30, mi avión salía a las 7. Y debía de estar en el aeropuerto una hora antes. Nos volvimos a mirar a los ojos y nos abrazamos con más fuerza. Sentía la presión de sus brazos sobre mi espalda y, sabía lo que eso significaba pero no quería analizarla. No otra vez.

-Te voy a echar mucho de menos. -Dijo con una sonrisa tras separarnos.

-Yo a ti también. -Le di un beso en la mejilla con toda la dulzura que fui capaz de transmitir y al separarnos, nuestros labios se rozaron levemente. Sentí chispas por todo mi cuerpo, mi corazón se aceleró y mis mejillas se sonrojaron. Nos miramos a los ojos y, sin saber muy bien porqué, ambos sonreímos.

Una hora y media más tarde, ya estaba en el avión. No dejaba de pensar en cada momento que habíamos pasado juntos, en todos los abrazos, en todas las sonrisas, en cada una de las cogidas de la mano...y en ese roce. Había sido algo mágico pese a que ni siquiera había llegado a ser un beso. La reacción que produjo en mi cuerpo y en mi mente fue extraordinaria. Jamás me había sentido así. Era un mundo nuevo para mí. Pero estaba seguro que lo sentía por Victoria no era un simple amistad. Un amigo no te hace sentir como si estuvieras en el cielo, como si cada día fuese un regalo, como si nuestro mundo, el que tantos horrores nos trae, de repente, se hubiera convertido en el paraíso. Y así, pensando en todo lo que habíamos vivido, en este corto periodo de tiempo, y sobretodo en ese sencillo roce de labios, me dormí.

VICTORIA

Había pasado la noche sin dormir, hablando con Spencer en aquella azotea. Vimos el amanecer, mientras que nos abrazábamos y nuestras manos se acariciaban. Pese a toda la desgracia y dolor que viví estos días atrás, no dejo de pensar en esos buenos momentos que pasé junto a él. La primera vez que lo vi me pareció un ángel. Su hermoso rostro, toda la luz que desprende y esa inocencia pero sin dejar de tener la fuerza suficiente para sentirme protegida. Me había salvado la vida y me había hecho volver a sentirme viva. Pero sobretodo me había hecho descubrir que era enamorarse.

Sin embargo, nos habíamos separado para que yo, con ayuda de especialistas, pudiera dejar atrás el trauma que había vivido y reconducir mi vida. Eso, necesitaba hacerlo sola a pesar de lo difícil que sería.

Me guiaron a una habitación donde me instalaría los próximos meses. Una amable enfermera de edad avanzada me explicó la rutina en cuanto a la hora de desayunar, almorzar y cenar. Y me pidió que mañana me presentara sin falta en el despacho del doctor Wilson. Una vez se hubo marchado, comencé a desempacar todo mi equipaje. Lo primero que hice fue colocar un marco sobre mi mesita de noche en la que salíamos Spencer y yo. Nos la hicimos en aquella azotea una vez que me prometió que jamás me dejaría sola. Apenas me había separado de él y ya deseaba volver a verle. Después de cenar, volví directamente a la habitación y me tumbe en la cama. Leí Orgullo y Prejuicio, y me tumbé a dormir. Mientras intentaba conciliar el sueño, solo pensaba en el roce de nuestros labios.



Oscuridad (Spencer Reid)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora