Avisos y cosas que no harán que no leas este fic: Mpreg, sangre, 666, Bob.
Odio que me pidáis cosas porque me es imposible decir que no. Aquí va la segunda parte, y votad si queréis pertenecer al satánico legado de Gerard Buey \(-„-)
El silencio en la cabeza de Frank parecía querer empezar a hablar de lo insoportable que se sentía hasta para si mismo. No había nada en lo que pudiera entretener su cansada mente, nada que pudiera elevarle fuera del alcance de aquel mal presentimiento sobre su situación actual. Hacía dos semanas que por sus pensamientos se cruzaba la idea de huir de aquel hospital embrujado, protegido día y noche por un demonio de blanca piel y verdes ojos.
Frank suspiró, las enormes ojeras a penas le permitían ver el techo de la diminuta habitación de dos camas. Sus piernas temblaban solo ante la mera idea de levantarse y tocar el suelo. Su espalda dolía, se sentía terriblemente roto, por dentro y por fuera. Lo único que le mantenía alejado del suicido que diariamente llamaba a su puerta era su pequeña... Y Bob.
Sí, el médico había roto el protocolo establecido por Gerard y le contó que el bebé que esperaba por nacer en dos semanas era una niña.
Era una niña, una pequeña mujercita, la mujercita de Frank. La única esencia femenina en su vida, y la única que iba a amar incondicionalmente, pasase lo que pasase en el futuro.
Bob, por otra parte, había sido un gran pilar en su vida. Tenía sus trucos para conseguir algo de hierba de vez en cuando y poder así relajar los nervios de ambos. Probablemente fumar en el embarazo no era sano para ninguno de los cuatro, pero las cosas siempre podían ir a peor.
"Boby..." susurró Frank, volteándose sobre su cama individual para poder visualizar la de su compañero. El mayor bostezó levemente, imitando el gesto para poder verle el rostro a su amigo.
"Dime." contestó con una leve sonrisa. Frank suspiró, tallando sus ojos antes de centrarse y hablar.
"¿Por qué a ellos les parece bien y a mi no?" gruñó, deslizando continuamente su mano por sobre el abultado vientre. Deseaba con todo su corazón que Gerard viniera y le acariciara de aquella manera, pero el mayor dejó de venir después de que Frank le discutiera su plan frente a los demás. Gerard se había enfadado, sí, pero su amor era tan grande que a pesar de sentirse decepcionado, seguía vigilando y velando por la salud de Frank y su pequeña desde la distancia, aportándoles siempre todo lo que necesitaban.
"¿Quieres que te vuelva a explicar lo especial que eres?" rió el ojiazul, mirando al menor con esa cara de enamoramiento. Frank sabía que Bob estaba coladito por él hasta los mismísimos huesos, más nunca dijo nada.
"No es eso..." sonrió, sus mejillas enrojecieron tímidamente. "Hablo de que ellos saben que cuando nazcan sus hijos Gerard les va a echar, y aún así..."
Frank quiso seguir, más las carcajadas de Bryar le interrumpieron el relato.
"Dudo que les vaya a echar..." suspiró.
Frank frunció el ceño y le miró sin entender un momento. "¿Qué... Qué les hará?" preguntó tembloroso.
Bob suspiró y se sentó en la cama, tallándose los ojos. "Nadie lo sabe." murmuró. "Nadie lo sabe, mi Frankie..." repitió, fijando su vista en el suelo.
De pronto el menor se sintió mal por sus estúpidas preguntas. Hizo el esfuerzo y se desplazó con dificultad hasta la cama frontal, sentandose al lado de Bob y abrazándole con afecto por un costado, dejando un leve beso en su hombro. El rubio alzó la vista, encontrándose con las enormes perlas avellanas mirándole con inocencia. Ninguno fue constante del momento en que sus labios disminuyeron las distancias y estuvieron a milímetros de besarse, con sus cabezas ladeadas y sus respiraciones abrazándose tanto como ellos.