Run, run, bunny run! (parte 2)

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Me hacia ilusión escribir una segunda parte, no me odien demasiado luego. Es recomendable pero no necesario leer la primera.
*smut vibes*

Gerard estaba entusiasmado, Frank iba a volver de su gira en cuestión de minutos. Después de casi 4 meses fuera de casa, su gran amor volvería a apretujarle con fuerza entre sus brazos y decirle los miles te amo que le debía desde que se marchó de gira con su actual banda.

Todo estaba preparado, faltaban apenas 10 minutos para las nueve de la noche, la hora a la cual fue acordada la vuelta de Frank. Gerard se había puesto su mejor traje, la blanca camisa se ajustaba deliciosamente a las esplendentes curvas en su cuerpo, remarcando con sutileza el bastante voluminoso vientre de apenas unos meses de embarazo. Era realmente enorme, pero había una explicación completamente científica para ese hecho, algo que le fue comunicado un o dos meses antes de la actual fecha, algo que Frank Iero aún no sabía, y es que venían gemelos.

Gerard colocó correctamente su negra corbata y se sonrió en el espejo, después de todo, lucia mucho mejor que cuando su pelinegro maridito abandonó el hogar familiar tiempo atrás. Su ausencia había privado a Gerard de muchas cosas; las noches fueron largas, tediosas, frías... y duras, teniendo en cuenta el irreemplazable vacío que había quedado en el lado derecho de su cama matrimonial. Los días eran largos y monótonos, y salvo alguna visita de amigos, todo su tiempo fue invertido en arreglar la casa o ver antiguas sagas de sus películas favoritas. Los números por tachar en el calendario que colgaba en la cocina se habían agotado, finalmente, Frank estaba allí, haciéndose notar en el porche con el ruido de las llaves chocando unas contra otras.

El mayor corrió escaleras arriba y se escondió en una de las habitaciones de la casa, respirando agitado, de repente no quería estar embarazado, o al menos, no TANTO.

Tomó un pañuelo del paquete de los mismos y secó el leve sudor en su frente, concentrándose en la palpitación de su propio corazón, esperando a que su acelerado latir dejara de sonar tan fuerte y deprisa como el golpeteo de las herraduras de un caballo contra madera.

"Gee, amor, ¿estás en casa?" escuchó la desgastada voz de Frank, tantas noches de canto a pleno pulmón le estaban pasando factura, aún asi sonaba dulce como siempre.

Sus pasos subiendo las escaleras no ayudaban en nada, el nerviosismo y los temblores no iban a irse del cuerpo de Gerard con facilidad, el momento se estaba acercando.

Un paso... Dos... Tres...

El mayor salió de la habitación y en un intento por bajar las escaleras su pie se deslizó por la recién pulida superficie de roble. Las uñas sin efecto arañaron las paredes, tratando de encontrar algo para agarrarse mientras en cuestión de segundos se sentía caer. Lo primero que pasó por su mente, casi por instinto, eran los bebés de su interior, llevando al segundo los brazos alrededor de su abdomen para protegerlos. El aire abandonó sus pulmones mientras su mundo parecía ponerse del revés. Gerard esperaba el duro golpe contra la madera, más no fue así. Los musculosos brazos de Frank atraparon la pesada anatomía antes de que pudiera chocar contra los escalones, sonriendo cuando los verdosos ojos encontraron los suyos, en una incómoda para ambos posición.

"Menuda bienvenida, conejito." Sonrió Frank, alzando el cuerpo en sus brazos para terminar de dejarlo de pie sobre el piso. Gerard parpadeó varias veces, repasando con sus orbes cada mínimo detalle en el rostro del contrario, lo último que quería era que algo cambiase en sus perfectas facciones. No había como engañarse, Frank lucia perfecto, levemente cansado, pero feliz.

"No era lo que tenía planeado." Devolvió la sonrisa, buscando la mano ajena y bajando en silencio las escaleras, que de pronto dejaron de parecerle un lugar seguro para lo que iba a hacer a continuación. Los brazos rodearon la cintura de Frank y sus labios colisionaron contra los ajenos en un ardiente beso. Las lenguas de ambos se encontraron en la boca de uno, mientras las manos no parecían tener suficiente de tocarse mutuamente. Las mariposas en el estómago de Gerard explotaron con euforia, produciéndole un adorable cosquilleo que se expandía por todas y cada una de sus extremidades fugazmente. Los tatuados dedos del menor dibujaron abstractas siluetas sobre el vientre entre ambos, haciendo detener el beso.

Oneshots\Imaginas -Frerarđ-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora