"Mierda, Gerard. Esto tiene que acabar de una puta vez." Gruñó Frank, sentado en la cama a las espaldas de su novio. Se alegraba de su lugar, ya que habían comenzado a formarse lágrimas en las comisuras de sus verdosos ojos y lo último que quería es que el pelinegro lo notara. Este solamente soltó un bufido, tratando de disimular la mueca de dolor cuando su pareja deslizó el húmedo paño por las heridas de su espalda.
Gerard había llegado a la casa de Iero casi media hora atrás, su rostro expresaba claramente el estado en el que se encontraba, pero los ojos rojos y las mejillas en lágrimas eran el menor de los problemas. Frank abrazó el cuerpo del contrario, sintiendo un escalofrío cuando este pegó un horripilante grito de dolor. Rápidamente quitó su chaqueta, visualizando la abundancia de manchas de sangre que decoraban la blanca camiseta de Gerard. La tela estaba prácticamente toda pintada en un vivaz rojo y gotas de la misma substancia caían libres por los bordes de su camiseta, mojando el piso con puntitos del color.
Segundos tardó Frank en llevar al otro hombre al baño y quitarle las sucias telas. El rostro del menor se decoró con un gesto de horror al instante en que las propias manos cubrieron su boca en sorpresa. "Dios santísimo, Gee." Susurró casi inaudible, el contrario ni se atrevió a mirarlo."Ha sido él." Contestó Gerard casual, pero era obvio, siempre era él y a Frank ya se le estaba acabando la poca paciencia que tenía para su supuesto suegro.
El tatuado habría ido momentáneamente a casa de los Way y al fin le daría uso al arma que le regaló Ray al cumplir la mayoría de edad, pero cometer asesinato contra el padre de su novio no era exactamente una solución viable.
Ahora la prioridad de Frank es cuidar del que el consideraba el amor de su vida.
Limpió las heridas con la cautela de siempre, siguiendo el ritual usual ambos terminarían abrazados en la cama hasta que el afectado quedara dormido entre los tintados brazos de Iero, pero hoy aquello no podía pasar. Gerard tenía heridas abiertas, profundas. Heridas de rudos latigazos que atravesaban la pálida piel tanto en la espalda como en su pecho. Todo el proceso hubiera avanzado con normalidad si no fuera que al estar allí sentados en la cama de Frank, Gerard sin camiseta y el contrario curándole las heridas, este segundo notó una rosácea marca en el cuello frente a él. Frank sabía que clase de moretón era, y el solo pensamiento de otros labios que no eran los suyos succionando el cuello de su novio le enervaba en cantidades extremas, y se ponía peor sabiendo que el culpable era el propio padre.
Frank apretó el ensangrentado paño entre sus dedos y al instante Gerard supo que algo iba mal, más no se atrevió a hablar.
"¿Por qué ha sido esta vez?" Preguntó Frank, apartando ciertos mechones del negro pelo para poder llegar a la parte alta de la espalda de Gerard y limpiar esa zona.
"Cosas." Gerard se encogió de hombros ignorando la crítica mirada que recibió a causa de su evasiva.
"Cuéntame esas cosas." Replicó Frank, deslizando una suave caricia por sobre el brazo de su acompañante hasta llegar al dorso de la mano. Gerard soltó un molesto gruñido tomando una camiseta limpia de los Sex Pistols que Frank le había ofrecido tiempo atrás, pero a la que quiso ponérsela el menor le detuvo, agarrando su muñeca con autoridad. "¿Qué quería de ti esta vez?"
"Me da vergüenza." Musitó apartando su mano de Frank.
"Dime..." pidió el contrario. Frank era capaz de afrontar cualquier cosa, pero necesitaba saberlo, sino no era capaz de superarlo. Además sabía que Gerard mentía de pena, así que pillaría velozmente una farsa, y Gerard no quería eso.
"Me pidió algo sucio."
"Vamos, amor..." Pidió Frank mansamente, besando el hombro contrario con ternura.