No hay más culpa, ahora sé que fui destinado a mantenerte sano, a salvo.
Rescataré la flama que hay en tu corazón, no quiero verte derramar más sangre. Estaré allí para ti, mi amor, porque sé que el mundo te ha abandonado.
Debería haberlo sabido desde el principio, debí darme cuenta de que las cosas serían así, cuando te enamoras de alguien y luego le dejas ir... y aprendes lo que es perder.
Sé que te fuiste lejos, lejos de este mundo, cayendo desde lo más alto como una pluma. Porque tú no eres como los demás, porque vives en las nubes y hablas con los pájaros, pero que desesperación entender que tú nunca serás como los demás chicos que conozco...
Ya no hay más penas, has sentido demasiado dolor en tu vida y aun así, contra todo pronóstico sigo repitiendo tus mismas palabras en mi mente:
"Todo el amor que das, se te regresará algún día."
...
Hacía un día esplendido para pasarlo en un parque, era una de las primaveras más calurosas en años, y realmente era de agradecer. Las nubes iban formando divertidas formas en el cielo mientras Frank permanecía leyendo uno de sus libros favoritos de Harry Potter, apoyado en la robusta corteza de un enorme roble. A lo lejos, Gerard se encontraba tirado en la hierba, con su cuaderno de dibujo apoyado en el terreno y dibujando con concentrada mueca el paisaje del lago, mientras tarareaba una vieja canción de autor anónimo para su acompañante.
"¿Qué cantas, cielo?" preguntó el avellana dejando unos segundos su entretenida lectura de lado, contemplando como Gerard movía sus piernas divertido sin dejar de dibujar. A Frank siempre le había parecido un talento increíble que el castaño de largos mechones supiera hacer más de tres cosas a la vez, él, incluso siendo completamente sano era incapaz de hacerlo. Pero claro, maldito aquél que diga que su Gerard no es especial.
"Es una canción..." replicó en un tono obvio, sin disimular su infantil voz.
"Ajam...y... ¿Qué canción es?" insistió curioso.
"Tú no puedes saber, papi." Se mordió el labio, volviendo a prestar atención a su detallado dibujo. Frank rodeó los ojos y se acercó, arrebatándole el lápiz de la mano.
"Te he dicho muchas veces que no me llames así."
"Pero tú-..." replicó Gerard, haciendo una triste mueca, con sus ojos comenzando a lagrimear.
"Yo nada, Gee... ¿Por qué te cuesta entender tanto que no soy tu padre? Solo te cuido..." explicó, tomando aire deprisa, sintiendo como le falta oxigeno cada vez que el tema salía a flote, y cada vez maldecía mentalmente el día en el que Gerard tuvo aquel accidente y le fue arrebatado... o al menos parcialmente.
"No me quieres..." gruñó haciendo morritos y cruzando sus brazos con rabia.
"Sí te quiero..." suspiró Frank, cansado por la misma conversación de siempre.
"Vete."
"No."
"Idiota." musitó Gerard robándole el lápiz que consideraba de su propiedad y siguiendo con el sombreado de su dibujo, ignorando que el bajito seguía mirándole desafiante.
"Se está haciendo tarde, deberíamos volver, tu hermano dijo que se pasaría a cenar." murmuró Frank, recogiendo su libro y extendiendo la mano hacía su acompañante, esperando a que el gesto fuera correspondido.
"¿Oliver?" preguntó Gerard reuniendo los lápices de colores que permanecían tirados por el césped.
"¿Uh? No... Mikey."