Nota: Diferente a lo habitual...pero esa es la gracia de esto, ¿no?
Gateas por la cama, impacientemente te acercas al cuerpo que yace en la misma y te tumbas a un lado, observando con encantamiento la dormida expresión de aquél chico de negra melena. Sonríes porque es inevitable, sus facciones se distorsionan levemente y parece que sueña con algo. Te aproximas más, destapando el semi-desnudo cuerpo que se encuentra a tu derecha. Le abrazas sutilmente, con tu mano en su cadera y la nariz contra la suya, a milímetros de sus resecos labios. Las yemas de tus dedos se deslizan lentamente como si las caricias le fueran dedicadas a la joya más cara y hermosa del universo, y en cierto sentido, así es. Te contienes las ganas de besarle y arrancarle esa única negra tela que cubre su intimidad cuando tu mano se desliza gentilmente hasta su firme trasero. El aliento choca contra tus labios y los muerdes para succionarlos después, sintiendo el hormigueo seducirte de buena mañana.
- Mi amor... - susurras de manera casi inaudible, despertarle era una tortura, pero tenias que hacerlo, era bastante tarde. - Gee... - dices con algo más de desgana, viendo como se remueve en tu abrazo. Su cálida piel toca la tuya, haciendo que el vello en tu cuerpo se ponga de punta por unos segundos. Te aproximas más y entrelazas tus piernas con las suyas, notando como suben los grados en tu termómetro corporal.
La frente de Gerard se arruga y sonríes como estúpido, sabiendo de memoria lo que viene a continuación.- Tengo que cambiar las sábanas, si quieres seguir durmiendo vete al sofá. - dices ya molesto, rodeando los ojos al tiempo en que Gerard lo hace con su cuerpo, dándote ahora la espalda. Alzas una ceja desafiante, analizando con culpabilidad las marcas de tus uñas en su pálida espalda.
- Primer día como marido, y ya me estás mandando a dormir en el sofá. - balbucea contra el cojín, apegándose más a este, reclamándolo como suyo. Así que suspiras y te das por vencido, es un vago, y no hay remedio que lo cure. Ojeas su cuerpo una vez, sintiendo como te falta el aire cada vez que tu avellana mirada se topa con ese esbelto trasero y corvas caderas.
- Está bien... - dejas ir el aire, agotado. Abandonas la cálida cama y solo en bóxer buscas tu camiseta, la cual encuentras arrugada en el piso. No importa, te la pones, huele a Gerard.
Cuando llegas a la cocina te das cuenta de que el aroma a café reina en el ambiente y es el bendito paraíso. Tomas una de las tres tazas y le das un cauteloso sorbo, al momento el sabor de boca se torna agradable, amargo, pero con un toque de canela.
- ¿Gerard no se va a despertar hoy, o qué? - escuchas la voz femenina a tus espaldas y no puedes evitar reír, al verla sonreírte también a ella. Dejas la taza y apoyas tu cadera sobre el borde de la superficie de mármol, viendo la divertida expresión de la chica.
- Lo dudo, está agotado. - suspiras de nuevo, y en unos pasos te acercas a la presencia femenina frente a ti, besando sus labios lentamente, sin añadirle demasiada necesidad. Ella corresponde, como siempre. Sus manos viajan hasta tu cadera al igual que las tuyas, os atraéis mutuamente, forzando el beso a ser más largo. Sientes como tu entrepierna se retuerce cuando hundes tus dedos en la negra melena de la chica, deseado empujarla al suelo y obligarla a saciar tu deseo con su húmeda lengua. Tomas su rostro con cuidado y te alejas, contemplando por diminutos instantes su mueca de entrega total.
- Frank... - se queja contra tus labios, te recorre un endemoniado escalofrío cuando pronuncia tu nombre, sigue sonando extraño que lo diga con tanto cariño, después de todo. - Lo de anoche fue maravilloso... - suspira ella, algo jadeante por el caluroso beso mañanero.
- Fue una excepción... Nunca más volverá a ocurrir. - aclaras, amenazando con el dedo de manera arrogante. Ella asiente, confundida pero conforme, con algo de tristeza en sus ojos.