Vaya goleada la que acababa de presenciar La Bombonera. Sebastián Palacios, Federico Carrizo y Fernando Gago habían arrasado con el partido ante el Lanús.
Laura prefirió apagar el televisor y tirarse dramáticamente en la cama cuan adolescente recién regañada por sus padres. Ahora debía esperar a que Fernando llegara a la casa hasta la madrugada después de celebrar su doblete.
No era que quisiera controlar a su esposo todo el tiempo, claro que no. Sabía que tenía que respetar sus espacios y sobre todo apoyar lo que más amaba pero odiaba que cada que anotaba algún gol, se iba de parranda con sus amigos del equipo y llegaba borracho. La peor parte la llevaba ella, quien tenía que soportar el teatro que él armaba, pues no se conformaba con estar pasado de copas, también se dedicaba a gritar a todo pulmón que sin él, Boca Juniors no hubiera ganado en esa ocasión.
Unos suaves pasos acercándose a su habitación se escucharon en el pasillo. La baja intensidad de la luz apenas podía reflejar una pequeña sombra que después se transformó en una figura humana que la miraba con recelo.
–Mi papá está en la tele.
Gerardo entró al cuarto y encendió la televisión. Laura miró con atención lo que su pequeño hijo hacía. Se sentó frente a la pantalla y subió el volumen para que ella también pudiera escuchar lo que Fernando decía.
El pequeño no desconocía lo que pasaba cada que su padre hacía goles pero nunca le daba la razón a su madre. Siempre prefería a Fernando. Laura de inmediato supo que su hijo había notado que ella prefería no ver a Fernando hasta que llegara a casa y eso lo hacía enojar pues su padre era el mayor de lo ídolos y no perdonaba que su madre no entendiera eso.
Sin embargo, Laura comprendía a la perfección. Gerardo admiraba a su padre por sobre todas las cosas y él pensaba que ella no lo quería pero en realidad, Laura odiaba que Fernando diera sus espectáculos frente su hijo.
El niño los había visto discutir cientos de veces por el comportamiento de Fernando y a Laura le partía el corazón que su hijo no se diera cuenta de que su padre le estaba dando un mal ejemplo para el futuro. Esa era la principal razón por la cual no soportaba sus celebraciones. A ella podía fastidiarla todo lo que deseara, igual lo amaba y lo seguiría amando pero que Gerardo presenciara esas escenas era algo que no podía permitir.
–Me siento muy feliz de haber contribuido en esta victoria –Fernando lucía cansado y aún así se iría a celebrar a algún bar de la ciudad–. El club está en uno de sus mejores momentos de la temporada y creo que hay que aprovechar todas las oportunidades que se nos presenten –concluyó con una media sonrisa.
Laura se puso de pie, tomó el control remoto de la televisión y la apagó. Gerardo volteó a verla y frunció el ceño. Al igual que ella, se puso de pie para encarar a su madre.
–¿Por qué la has apagado, mamá? –el pequeño espetó con rabia. Cruzó los brazos y sus ojos se tornaron cristalinos de un momento a otro.
–Ve a dormir, Gerardo –Laura ordenó sin sonar dominante–. Ya es tarde.
Gerardo no obedeció y las lágrimas llenas de sentimiento comenzaron a resbalar por sus tersas mejillas. –¡No! –gritó–. No dormiré hasta que mi papá llegue.
Laura tenía el corazón en la mano al ver a su hijo de esa forma. El pequeño creía que ella era una bruja que le fastidiaba la vida, cuando solo procuraba su bien. Gerardo podía ser listo para tener 6 años pero no comprendería el por qué de las decisiones de su madre.
–Mi amor –suavizó su voz y se agachó para estar a la altura de él–. Tu papá no llegará hasta más tarde. Son las 9 PM y ya no es hora para que estés despierto. Anda –lo tomó del brazo para ir a su habitación–. Vamos.
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Entre canchas y amores - One Shots
Ngẫu nhiênLa magia que utilizan en los pies también la pueden usar para llegar a un corazón.