Era otoño, para variar, como odiaba esta época. Odiaba ver las hojas caer y el crujir de ellas al pisarlas. Me traían tantos recuerdos.
Su imagen iba y venía a mi mente. Era casi imposible olvidar su risa y sus facciones tan delicadas. Aún recuerdo su temblor durante la primera cita, o sus mejillas ruborizadas al invitarla a bailar.
Suspiré, como cada vez que me acordaba de ella. Me encontraba en la misma cafetería en la que alguna vez le confesé cuánto la quería.
Me hacía daño estar aquí, fue una mala idea volver a Londres, es por eso que cuando tuve una oportunidad salí del Chelsea para dirigirme a París, pero algo me traía de regreso y no sabía que era.
Tal vez aún no había cerrado ese ciclo del todo. Durante los últimos años dejé una puerta entreabierta por si acaso ella deseaba regresar, pero no fue así.
–Me encanta este lugar, ¿a ti no? ¡Es maravilloso! Cuando era pequeña, mis padres solían traerme aquí.
El puente colgante de Chelsea era como nuestro lugar especial, recurríamos ahí para toda clase de citas.
–¿Te he dicho que amo tu cabello? ¡Es gracioso! Ni siquiera yo puedo tener unos rizos así.
Jugaba con mi cabello hasta que yo caía dormido para despertar a la mañana siguiente con una maraña de nudos.
No entendía por qué una tonta sonrisa se formaba en mis labios, todo este tiempo he sufrido por ella, no sé cuál es la razón por la que su recuerdo me provoca esto si fui un patán con ella.
La sensación de su mano con la mía, nuestros labios presionados unos con los otros. Como extraño todo eso que ella me ofrecía. Pero yo fui el culpable de terminar con esos bellos momentos.
Sé que hago mal estando aquí torturándome con los recuerdos. Ahora ella es feliz, o al menos aparenta serlo.
Me destroza saber que pudimos haberlo tenido todo, que pudimos haber formado una gran vida juntos, pero es imposible regresar el tiempo, ahora solo queda el arrepentimiento y como si fuera una penitencia que Dios me está haciendo pagar, la recuerdo cada día de mi existencia.
–Es imposible ver una película contigo, David, casi me asfixias con tus abrazos.
Era verdad. Podía abrazarla todo el tiempo y no me cansaba de hacerlo.
–¡Eres un completo payaso! ¡Me matarás de la risa si sigues con tus bromas!
Su melodiosa risa retumbaba en mis oídos involuntariamente.
Tomé la taza de café que tenía frente a mí, su calor era bueno para el frío de la temporada. Observé a mí alrededor y lo único que veía eran parejas de adolescentes que platicaban y reían. Todos se veían felices, y bueno, se supone que yo también debía serlo.
Sé que cuando regrese a París mi familia me estará esperando. Mi esposa se pondrá contenta y mi hermosa pequeña también. Eso debería ser motivo de alegría para mí, sin embargo, no lo es del todo. Perderla a ella significó un duro golpe. Me lamenté una y otra vez mi acción.
Con solo cerrar los ojos llegaba a mí aquel día en que le confesé lo que había ocurrido. Le dije que todo había sido un error de mi parte, le dije que el alcohol me había hecho una mala jugada, pero ya nada podía borrar lo que había hecho. Había estado con otra chica y ahora ella estaba embarazada.
Su mirada de odio y sus palabras de desprecio me hirieron tanto o más como yo la herí a ella.
Debería dejar todo en el pasado, pero simplemente no puedo, ella está presente en cada momento del día. Es como si mi conciencia la pusiera ahí como un fantasma para que me persiguiera.
Y es que nunca dejé de amarla, ahí estaba el problema. Había hecho hasta lo imposible para acoplarme a mi esposa, para poner todo de mi parte y que lo nuestro funcionara, pero todo había fallado.
Ella calla y sufre en silencio por mi indiferencia. Me ama, lo sé, pero yo no puedo decir lo mismo. Algunas veces quisiera que nada hubiera pasado, pero de haber sido así, nunca hubiera tenido a mi pequeña Elisa, la única que me hace olvidarme del mundo.
Miré la hora en mi teléfono. Aún era temprano, ya había tomado el valor suficiente y si quería ir al puente de Chelsea, debía hacerlo antes de que el sol comenzara a ocultarse.
Los minutos en el taxi se hicieron largos, pero al fin había llegado. Estar nuevamente ahí solamente hacía que mi piel se erizara y miles de imágenes llegaran a mi cabeza.
Pero todo eso era necesario, si quería comenzar a dejar todo atrás tenía que terminar con todo objeto que me recordara a ella. Saqué una fotografía de nosotros y un collar que alguna vez me había regalado, los tiré al mar sin darles un último vistazo e increíblemente sentía un como si un pedazo de mí se fuera con ellos.
Comencé a caminar de regreso, y sabía que aquí era justamente la parte más difícil de todas. Enfrentar la realidad y hacerme a la idea de que todo con ella había terminado.
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Entre canchas y amores - One Shots
AcakLa magia que utilizan en los pies también la pueden usar para llegar a un corazón.