Mats Hummels: Asma

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Despertar y no poder moverse con libertad comenzaba a irritarla. Estar rodeada de absoluto silencio y paredes con poca decoración no podían deprimirla más de lo que ya lo estaba. Cruzó los brazos y suspiró pesadamente. Desobedecería a Mats y a todo el mundo solamente por ese día, al fin y al cabo las cosas no podían estar peor.

Quitó las sabanas que la tapaban y puso ambas plantas de los pies sobre el frío piso. Se acercó al ventanal que había en su habitación y corrió las cortinas a un lado. Frunció el ceño al ver que en el exterior estaba lloviendo como si no hubiera un mañana. Tampoco había elegido el día correcto para asomar un poco la nariz al patio.

Torció la boca y fue al cuarto de baño. Se lavó la cara y cepilló sus dientes, después comenzó a trenzar su cabello y lo dejó por un lado de su hombro. Estaba reclusa en su propia casa, así que le daba igual como luciera, nadie en las dos semanas que llevaba de reposo se había tomado la molestia de visitarla, por eso las empleadas eran sus únicas compañeras mientras Mats llegaba después de un cansado día.

Regresó a su habitación y comenzó a buscar su bloc de notas y un lápiz para dibujar. Pensaba haberlo dejado en uno de los cajones de su ropero pero no era así, por lo que revoloteó hasta encontrarlo debajo de la cama. Cruzó ambas piernas sobre el colchón y colocó el bloc encima de ellas. Se detuvo por un instante y sintió su corazón latir algo acelerado mientras su respiración era anormal.

Se recargó en el respaldo de la cama y con los dedos de su mano derecha tomó el pulso de su muñeca izquierda como le habían enseñado a hacerlo. Percibió que su ritmo cardiaco poco a poco se normalizaba y con ello también su respiración. Ni podía llorar porque ocurriría lo mismo, terminaría por agitarse. Maldita asma. La odiaba con todas sus fuerzas.

Regina apretó una de las almohadas de la cama contra su pecho. En esos momentos deseaba desaparecer y no causarle problemas a nadie más, en especial a Mats, quien siempre vivía al borde de la preocupación con ella.

Había disfrutado demasiados privilegios durante toda su vida. Nacer en una familia con dinero e influencias, tener atributos físicos que llamaban la atención de los hombres, estudiar en colegios con prestigio, poseer talentos natos como el canto, el baile y el dibujo, su gran pasión.

Pero absolutamente todo eso se iba a la basura con su padecimiento. Deseaba cambiar todo lo que tenía con tal de vivir una vida tranquila y pacífica. Acababa de graduarse de una academia de diseño de modas, había conseguido un buen trabajo y todo el mundo alababa sus ideas. Sabía que si seguía esforzándose pronto se ganaría un lugar en el mundo de las prendas y la moda; y triunfaría como siempre había soñado, sin embargo, sus fantasías siempre se veían afectadas.

Simplemente no entendía por qué después de tantos años, el asma había regresado con más intensidad.

Estaba consciente de que nunca desaparecería por completo, pero la había controlado después de haber tenido una crisis grave a los 17 años en la preparatoria, fue a partir de ese momento que su doctor le había dado un sinfín de indicaciones que debía seguir si quería mejorar su calidad de vida.

Debía evitar lo más que pudiera el contacto con el aire contaminado, por ello, no podía viajar a ciudades con altos índices de contaminación. Nada de gatos, alfombras, peluches o cualquier otra cosa que tuviera fibras que pudieran causarle el asma. Ni siquiera debía pasarle por la mente inhalar el humo del cigarro, además no debía realizar ejercicios extremos o tener impresiones que pudieran afectarla y finalmente, nunca subir demasiado de peso pues eso causaría que su respiración se entrecortara al realizar algunas actividades.

Ahora tenía 25 años, estaba casada y sentía que su vida y su futuro se le escapaban de las manos.

Volvió a tomar el bloc de notas y el lápiz. Esta vez no iba a usar su imaginación para crear un vestido o una blusa como casi siempre lo hacía. Cerró los ojos y se visualizó a ella misma, a la Regina que deseaba ser. Comenzó por trazar líneas que pronto se transformaron en árboles, después siguió con su silueta. Definió su rostro tal y como ella lo percibía, ovalado y pequeño. Sus ojos no eran demasiado grandes, su nariz no era perfecta pero tampoco era como la de una bruja, siguió con los labios y después terminó con algunos detalles de su cuerpo.

Entre canchas y amores - One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora