El televisor había permanecido encendido en vano durante todo el día. Así como también era en vano lo que Mattia hiciera para mantenerse distraído.
Estaba sentado en uno de los bancos del mini bar que tenía en la sala. Ni ahogar sus pensamientos en alcohol había funcionado para olvidar todas sus penas. Todo lo hacía recordar su culpabilidad.
Aventó a un lado la lata de cerveza que tenía en su mano y tomó otra. La abrió y bebió rápidamente de ella. Era un bastardo que no tenía perdón de Dios, a su parecer.
Con los ojos llorosos, se bajó del banco y subió a su habitación. Se sentó en la orilla de la cama y bajó la cabeza para mirar sus pies en el tapete.
–Matti, puede ser peligroso regresar en estas condiciones. La lluvia parece no cesar –Ella tomó su brazo y lo detuvo por unos instantes–. Hazme caso, por favor.
Mattias cerró los ojos con fuerza y tragó sus sollozos. Deseaba con sus fuerzas que ese día terminara, para acabar con una parte de su tormento.
Bebió lo que quedaba de su cerveza y tiró la lata. Fue a su ropero y tomó entre sus manos un cuadro con la foto de Olimpia, la que era su novia.
Estrechó la fotografía entre sus brazos y cayó de rodillas al suelo. Era inevitable no llorar al ver su rostro. Él era el único culpable de todo lo que había pasado. Nadie más que él había sido su único asesino.
–Mi amor, por favor baja la velocidad.
Si tan solo la hubiera escuchado. Si tan solo hubiera recapacitado y aceptado que no estaba en sus manos salvar la vida de su padre, pero sí la de su novia.
Despegó el cuadro de su pecho y la miró una vez más. Era hermosa, era sin duda preciosa, pero ya no podía disfrutar de su bello rostro. Ya no podía acariciar sus mejillas antes de un beso, ni recorrer sus curvas con un dedo.
–¿Cómo está Olimpia? ¡Necesito verla! –Gritó eufórico a su madre, quien lo miraba con miedo.
–Mattia –Su madre articuló.
–¿Dónde está Olimpia, mamá? –Volvió a gritar, pero esta vez, quejándose de dolor en una de sus costillas.
–¡Estás mal, puedes lastimarte! –Dijo su hermana.
–No me importa, yo necesito saber cómo y dónde está mi novia –Intentó levantarse, pero su madre lo detuvo.
–¡No puedes hacer eso, hijo! –Dijo reteniendo sus lágrimas de dolor–. Solamente te lastimarás otra vez.
–Voy a pasar encima de ti y de cualquiera que me impida levantarme de esta inmunda cama –Masculló con dolor.
–Olimpia está muerta, Mattia –Pronunció profundamente su hermano desde una de las esquinas de la habitación.
Mattia no podía ocultar el dolor que sentía cada que recordaba ese amargo episodio de su vida. Sentía una opresión en el pecho, como si algo estuviera apretando su corazón. En esos momentos deseaba que lo mejor para él, era morir y acabar con su propio sufrimiento. Quería esfumarse al menos por esos instantes de la Tierra.
–Dime que sucede, Oli. No puedo adivinar lo que piensas. ¿Te sientes mal? ¿Necesitas que te lleve al doctor?
–Mattia –Lo llamó nerviosamente–. Es que... –Pausó–. No sé cómo lo vayas a tomar –Comenzó a morder sus uñas.
–¿Tomar qué? –Rio por lo bajo ante su evidente nerviosismo–. Si chocaste el auto no me voy a enojar, a cualquiera le pasa.
Fue inevitable no sonreír al recordar uno de los momentos más felices de su vida, pero pronto, la melancolía lo invadió nuevamente.
–Vamos a tener un hijo –Carraspeó–. O hija –Lo miró con ternura.
Imbécil. Idiota. Estúpido. Ya había terminado de repetirse los calificativos ofensivos que conocía hacia su persona. Había acabado con la vida de su novia y del hijo que llevaba en el vientre. Se sentiría miserable por el resto de su vida, y todo por no haberla escuchado.
Todo se había esfumado en el momento de haber sufrido aquel accidente. No existían máquinas del tiempo o hadas madrinas que lo ayudaran a regresar al pasado y cambiar los hechos.
Había matado a Olimpia junto con su hijo. Odiaba cada día de su existencia desde ese entonces, pues ni siquiera la pasión que sentía por el futbol lo había rescatado de caer en un abismo de tristeza y depresión.
Mattia salió a tomar algo de aire por el balcón de la recámara. La sensación de ofuscación lo estaba llevando al límite; al menos quería despejarse y esperaba que el cálido cielo azul le ayudara.
¿Qué seguía ahora? ¿Resignarse y hacer como si nada hubiera pasado? ¿O vivir con el eterno y el terrible recuerdo de lo que había ocurrido? Lo único que sabía es que jamás podría olvidar a Olimpia. Ya nada podía hacer, y no le quedaba más que dar miradas al cielo para recordar que había dos ángeles en él que lo estarían cuidando desde arriba.
![](https://img.wattpad.com/cover/29948638-288-k377906.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Entre canchas y amores - One Shots
De TodoLa magia que utilizan en los pies también la pueden usar para llegar a un corazón.