Hector Moreno: Una nueva aventura

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–Esta es una completa locura, Hector –Negó pero sonrió al mismo tiempo.

La vista a su alrededor era increíble. Ximena veía admirada el amplio mar que tenía frente a ella. Nunca en la vida se hubiera imaginado estar viviendo esa clase de aventuras junto al amor de su vida.

Era su primera vez en Estados Unidos y Hector la había sorprendido llevándola a la linda playa de Solana en San Diego, California. El muelle estaba solo, disponible para ellos dos.

–¿Por qué, amor? ¿No te gusta? –Hector la abrazó por detrás.

–Al contrario. Es bellísima, pero es que –Se relamió los labios–. Es como un sueño. Gracias –Se acercó a él y lo besó suavemente.

El corazón de Hector comenzó a acelerarse. Tomó las manos de Ximena y las sintió temblar. La miró directamente a los ojos y el brillo en ellos le reflejaba amor puro.

Había batallado tanto para que ella lograra confiar en él, que no creía que estaban en la vida real. Desde el instante que la conoció se dio cuenta que la amaba y ella simplemente estaba sumergida en el dolor que le había causado su última relación.

Le había jurado que todo estaría bien, que él jamás la haría llorar. Se había propuesto reparar su corazón a como diera el lugar, había jurado que cada latido de su existencia se lo dedicaría a ella, su más grande tesoro.

–Qué bueno que te encantó, mi amor –Le sonrió y después le besó la frente.

El agua era tan clara que en ella se podía ver su reflejo. Ximena y Hector estaban sentados en la orilla del muelle, observando lo que quedaba de la puesta del sol. Los colores naranjas en el cielo comenzaban a desaparecer y se tornaban oscuros.

–Jamás había visto algo igual –Ximena se recargó en el hombro de Hector.

–El mar hace ese efecto. Nunca será lo mismo ver un atardecer en la ciudad que en la playa.

–Tienes razón –Volteó a verlo–. Cómo quisiera tener la oportunidad de ver esto cada día de mi vida.

–Cuando las cosas se desean se pueden lograr –Guiñó un ojo–. ¿O no?

–Hector, estás realmente loco, ¿o qué? ¿Planeas dejar el futbol y venir a vivir a la playa? –Soltó una carcajada.

–¿Por qué no? Puedo dedicarme a la pesca. Te amo tanto que nombraría a mi barco como tú.

–Eres muy fantasioso –Besó su mejilla.

¿Fantasioso? Estaba enamorado y por ella haría lo que fuera. Si ella le pedía tatuarse el cuerpo entero con su nombre lo haría, y jamás se arrepentiría.

Estaba viviendo una nueva aventura, y no quería que terminara. Con tan solo cerrar sus ojos podía imaginarla a ella y a esa risa que tanto amaba.

–Sí estás fantaseando, abre los ojos, mi amor –Ximena rio.

–Puedes tener la certeza de que mis fantasías son sobre ti –Sonrió.

Ximena se sonrojó y le dio un pequeño golpe en el hombro, llamándole la atención. –¡Hector!

–Soy sincero, Xime.

Ella adoraba cuando la llamaba por ese diminutivo. Volvió a besarlo, pero esta vez en los labios.

Hector sintió que el mundo a su alrededor se detuvo al sentir ambas bocas unidas. Nadie más que ella podía causar eso en él.

–Vayamos a caminar por la orilla de la playa, ¿te parece?

–¡Sí! Sería genial.

Se pusieron de pie y ella se montó en su espalda. Hector corría y daba vueltas con ella encima, hasta que cayeron y quedaron llenos de arena. Rieron fuertemente, llamando la atención de las pocas personas que había allí.

–No puedo creer que el amor me esté afectando de esta forma –Rio y echó su cabeza para atrás.

–¿Afectándote? –Preguntó confundida.

–Sí, mírame, nunca hubiera imaginado escaparme contigo y hacer este tipo de cosas. Parecemos un par de niños jugando como si nada importara.

–¿Y no crees que es mejor así? Es bueno olvidarse de todo y todos por un momento –Se paró y se sacudió la arena.

Hector imitó su acción y respondió. –Si por mí fuera pasaría el resto de mi vida huyendo de los demás solo para estar contigo.

–No seas tan extremista –Rio ligeramente–. Pero bueno, no pensemos en el futuro ni en nada, vivamos este presente, el nuestro, en el que estamos tú y yo aquí, como siempre hemos querido –Ximena lo abrazó y Hector la estrechó entre sus brazos, queriendo no soltarla nunca y detener el tiempo para permanecer así por el resto de sus vidas.

Entre canchas y amores - One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora