Entre canchas y amores - One Shots

Marco Reus: La forma en que te amo

Amoroso e increíble. Erika pensaba que no podía escoger mejores palabras para describir a su novio.

Todos a su alrededor envidiaban la relación que ellos tenían. Abría la puerta para ella en todos los lugares, la halagaba aunque vistiera pijama, no negaba su amor ante nadie. Además de ser un excelente futbolista, Marco era un chico maravilloso, su único defecto era ser celoso.

Para Erika no era nada nuevo que su novio se saliera de sus casillas cada que la veía con un hombre que él no conocía, pero ese día, ella había llegado a su límite después de tremenda escena.

–¡Marco, suéltame! –Gritó la chica mientras su novio la arrastraba del brazo hasta el estacionamiento del Signal Iduna Park.

–¡Tú tienes la culpa de todo! –Respondió con furia en cada palabra.

–Amor, no estaba haciendo nada, solo fue una foto, algo casual –Dijo defendiéndose.

–Claro, algo tan casual tomarse una foto con uno de los jugadores contrarios –La soltó con fuerza haciéndola tambalear.

–Marco, conozco a Lars desde hace tiempo, somos amigos, ya te lo había dicho –El corazón le palpitaba rápidamente.

–¡No me importa! ¡Te he dicho que no te acerques a él! –Le gritó con coraje a la cara–. Súbele al auto –Le ordenó.

–No lo haré –Se rehusó a obedecerlo.

–¡Hazlo ahora! –Ordenó nuevamente pero esta vez subiendo más el tono de voz.

Ella lo miró con negación y Marco sintió una punzada de ¿confusión? en el corazón.

–De nada sirve que todas mis amigas me envidien por ser tu novia si todo lo arruinas con tus tontos celos –Se limpió las lágrimas de sus mejillas–. Tampoco sirve que me presumas ante tus amigos como un trofeo si te sigues comportando de esa forma.

–Erika, mi amor… –Marco trató de hablar.

–¡No me interrumpas! –Habló con firmeza–. No soy un juguete, Marco, tampoco soy una muñeca de aparador para lucir cuando quieras. Debes confiar en mí, jamás te he dado motivos para dudar, llevamos casi 4 años juntos y no puede ser que aún no conozcas como soy, jamás sería capaz de faltarte.

–Lo sé, y también sé que soy un imbécil, no te merezco.

–Comienzo a creer que tienes razón –Erika sollozó.

Sus palabras fueron como golpes para Marco, no quería que ella tuviera un mal concepto de él. Llevaban casi 4 años juntos y en todo ese tiempo nunca habían tenido una discusión tan fuerte como la que estaban teniendo.

–Entonces creo que hasta aquí llegamos, ¿no? –La miró con culpabilidad.

Ella no respondió y se limitó a guardar silencio.

–Bien –Respiró profundo y dejó el aire salir–. Buenas noches –Comenzó a caminar en dirección contraria al auto con sus manos metidas en los bolsillos de la sudadera.

Era el fin, la había perdido y estaba seguro que si quería recuperarla tendría que hacer un esfuerzo sobrehumano para que ella volviera a creer en él, pues después de haberle prometido cientos de veces que iba a cambiar, jamás lo había hecho.

Realmente la amaba, pero él y sus celos eran el problema.

–Marco –Escuchó la voz de Erika más calmada que anteriormente.

Se detuvo, más no volteó, no quería verla pues él estaba a punto de llorar con el dolor que sentía en el pecho.

–¿Hmm? –Alcanzó a emitir.

La escuchó acercarse con pequeños pasos sobre el rígido pavimento y sintió sus delgados brazos por detrás de él.

–La forma en que te amo no cambia. Sé que probablemente le apuesto al vacío pero tú me complementas de todas las maneras posibles.

Marco volteó y la abrazó alzándola un poco del piso por ser más baja que él.

–Sabes que te amo, y aunque en ocasiones mis acciones demuestren lo contrario, sabes que soy capaz de aventarme a ese vacío al que le apuestas.

–Prométeme que esta vez sí cambiarás –Erika le tomó la mano y la entrelazó con la de ella.

–Lo prometo y lo haré –Marco la atrajo hacia él, colocó un brazo alrededor de su cintura y le besó la frente.

–Gracias –Sonrió.

–¿Por qué? –Pregunto con desconcierto.

–Porque a pesar de todo me das la seguridad que siempre necesito.

Marco sonrió y abrió la puerta del auto para que ella entrara, suspiró y subió para conducir al único lugar en donde tenía la seguridad que Erika era solamente de él, su casa.