Philipp Lahm: Reencuentro

773 26 6
                                    

Era 1 de junio. El cielo estaba nublado aunque no había ninguna señal de lluvia, pero recuerdo un suave viento soplar durante esa tarde. Había decidido salir a dar un paseo después de encontrarme sofocada en mi casa, creo que esa era la única parte que odiaba cuando tenía vacaciones, llegaba un momento en que el aburrimiento no dejaba de envolverme.

Sabía que no era muy común ver a alguien pasear un gato, pero Fitz era mi único compañero en ese entonces. Dimos unas cuantas vueltas en un pequeño parque rodeado de árboles y después descansamos en una banca del mismo lugar. Tal vez no pasarían de ser las 6 o 7 PM pero por las nubes en el cielo, la tarde comenzaba a oscurecerse.

Había atado tan bien la correa de Fitz a un extremo de la banca que, se había enredado, haciéndose un nudo que difícilmente podría desatar si el gato no dejaba de moverse. Recuerdo que comencé a hablar sola cuando me desesperé, fue cuando él se acercó y me preguntó si necesitaba ayuda.

Era imposible olvidar a alguien como él. Ambos sonreímos ante la sorpresa pues nos habíamos reconocido de inmediato. Philipp y yo habíamos sido compañeros durante la secundaria, nunca llegamos a ser tan amigos pero reencontrarse después de años claro que era algo fascinante. Después de intercambiar unas cuantas palabras, amablemente se ofreció a ayudarme con el fastidioso nudo que, a final de cuentas, pudimos deshacerlo.

Pensé que después de darle las gracias cada uno se marcharía por su rumbo, pero no fue así. Philipp inició una amena plática conmigo, tanto que decidimos sentarnos un rato en la banca donde había atado a Fitz, pero esta vez envolví su correa en mi mano para no volver a cometer el mismo error.

Me comentó que se encontraba feliz pues su carrera como futbolista profesional estaba en un buen punto. Era difícil ignorar que era jugador del F. C. Bayern München ya que los aficionados locales se encendían cada que había un partido en el Allianz Arena y desconocer algo sobre el equipo de mi ciudad, era algo parecido a un pecado.

Philipp era muy agradable después de todo. Recordamos algunos episodios de nuestra etapa escolar e intercambiamos risas que después se transformaron en carcajadas en aquel parque que ya se encontraba solitario. Nos habíamos dado cuenta que la noche había caído pero sinceramente y por alguna razón, ninguno de los dos podía despegarse de la banca y mucho menos tener el valor para pronunciar un adiós incierto. Un adiós que probablemente sería una despedida definitiva.

Y sin embargo, me equivoqué en mis palabras. Philipp se ofreció a acompañarme de regreso a casa debido a la oscuridad que nos rodeaba. Su sonrisa me alegró cada paso del camino. Cuando llegamos, me paré justo en el estribo de la puerta y agradecí su acción mientras sostenía a Fitz entre mis brazos. Noté serenidad en su voz al decirme que había pasado un rato agradable a mi lado. Un roce de mejillas y una última mirada fueron los que concluyeron con nuestro encuentro. Sólo de ese día.

Curiosamente, fue un 1 de julio cuando recibí una invitación de Philipp para ir a cenar. Después del encuentro en aquel parque, Facebook sirvió para que ninguno de los dos perdiéramos contacto. Hubo días en los que charlamos vía mensajes durante horas, y así fue cómo nos pusimos de acuerdo para volver a vernos un par de ocasiones más.

Fueron reuniones casuales. Nos encontramos en el mismo parque o en alguna cafetería cerca de mi hogar, todo era algo simple, sin embargo, me sentía demasiado bien mientras estábamos juntos. Philipp siempre fue sumamente educado. Entre conversaciones, preguntaba si todo estaba bien y si me sentía cómoda en el lugar que estuviéramos. Era asombroso que se preocupara por ese tipo de detalles que mínimamente comenzaban a importarme si lo tenía a mi lado.

Le comenté a Philipp que mi sueldo como gerente de un pequeño almacén de ropa no era tan extravagante como para comprar un coche y poder mantenerlo, además de que los gastos que generaba mi hogar eran la prioridad. Fue por eso que, la noche de la cena, él no dejó que tomara un taxi hacia el restaurante. Me recogió frente a la puerta de mi casa y amablemente abrió el auto para que yo subiera en él.

Entre canchas y amores - One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora