"Te amo" #23

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Una lágrima cayó por mi mejilla y la quité con rudeza porque no quería llorar por él, no lo merecía.

El muy idiota seguía dormido, ni siquiera había captado mi presencia. Tiré mi bolso hacia un costado, me acerqué hacia la cama lentamente y lo miré con toda la furia posible. Luego, tomé una almohada y lo asfixié.

No es cierto, pero ganas no me faltaban.

Me quedé estática por un momento observándolo con tristeza, furia y decepción. Jamás iba a borrarme esa imagen de la mente e iba a ser mi fuerza para rechazarlo cada vez que intentara pedirme perdón.

Bajé las escaleras después de unos segundos y me encontré a Carly bebiendo una copa de champagne. No quise dirigirle ni una sola palabra, después de todo, ella no era quien me había traicionado.

Ella no había destrozado mi confianza, ni mucho menos mi corazón.

— ¿Lo viste? –me preguntó desde el sofá—. ¿Te dijo algo?

—No —hablé desde la entrada—. No fue necesario.

Abrí la puerta y me dispuse a salir, entonces escuché nuevamente su chillona voz.

—Que te vaya bien en la universidad, Annie.

— ¿Sabes algo? —dije conteniendo las lágrimas—. No confíes en Landon —la miré de pies a cabeza con desdén—, aunque juzgando que lo viniste a buscar con una botella de champagne, supongo que estás acostumbrada a ser desechada al amanecer.

Lo último que vi, antes de cerrar la puerta fue su rostro enfurecido.

...

Desde ahora los taxistas serán mi paño de lágrimas.

Estoy segura que el viejecillo que conducía el auto pensaba que era una loca que se había escapado del manicomio o una pobre tonta con un corazón hecho pedazos.

Esperaba que la primera opción.

Me encontraba llorando sobre el asiento trasero con la cara inclinada sobre la ventana y el rostro humedecido por la cantidad de lágrimas que derramaba. Intentaba limpiarlas a cada segundo pero era como si mis ojos hubieran conspirado contra mí, no se detenían aunque quisiera. De vez en cuando soltaba algunos sollozos provocando que el conductor me mire por el retrovisor angustiado.

— ¿Está bien señorita? —preguntó—. ¿Puedo ayudarla en algo?

—Nadie puede ayudarme —respondí—. Estoy sola en esto.

—Nunca estamos solos, señorita —me corrigió—. Hay alguien que desde arriba nos cuida.

Sonreí levemente.

Era cierto, tenía a Dios, mi familia, mis amigas y sobre todo a mi hijo. No necesitaba al estúpido de Landon.

—Gracias por sus palabras —hablé.

Bajé del automóvil cuando llegué a mi destino, le pagué al conductor no sin antes volverle a agradecer por haber sido mi psicólogo personal y me dirigí a casa.

Miré mi reloj y eran casi las 10 de la noche. Las luces de mi sala seguían encendidas. Me pareció extraño, mis padres dormían temprano ya que tenían trabajo al día siguiente.

Recordé que debía sacar las llaves de mi bolso y, entonces, tuve inmensas ganas de maldecir cuando me percaté que lo había olvidado en casa de Landon.

Pff, ni siquiera puedo recordar su nombre sin que me duela.

Toqué la puerta cautelosamente y segundos después vi la imagen de mi madre. Ella tenía un rostro abatido.

WHEN SHE WAS A VIRGINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora