Capítulo 19

83 5 0
                                    


Malditos tranquilizantes de no ser por ellos podría haber escapado. Hacer ejercicios con Karl y Ashley había aumentado mi rendimiento físico. Sin embargo eso no basto cuando uno de mis perseguidores me disparó un tranquilizante.

A pesar de estar encerrada en quién sabe dónde, me consolaba saber que Ashley y Karl aún estaban vivos. ¿Cómo lo sabía? Simple, mis captores no sabían que era capaz de escuchar lo que decían aunque lo susurraran cuando estaban cerca. Así fue como escuche su conversación.

– ¿También atraparon a John? – Decía uno de los hombres. Debía estar alrededor de los cuarenta años o más.

– Sí. Después que la chica comenzara a correr. – El hombre que hablaba me recorrió con su mirada. Era unos cinco años mayor que Richard, pero ni por asomo igual a mí novio. ¿Exnovio? – Increíble que una chica como esa haya llegado tan lejos antes de que la atraparan. –

– Si, una suerte. Según me contaron estuvo a punto de llegar hasta donde había un grupo de personas. Eso habría llamado la atención y arruinado nuestros planes. –

– Todo es culpa de las malditas hienas. – Continuó el otro hombre con desprecio en sus palabras. – El jefe no debió llevar a tantos de ellos. John estaba con el nuevo chico hiena, Sean, cuando lo atraparon. Al parecer el jefe les dejo la tarea de acabar con la humana, el lobo y el halcón que estaba con la chica. Ambos hombres estaban heridos y se confiaron. No vieron a la otra persona llegar...Una mujer. Según Sean, tuvo que huir porque lanzaba dagas a diestra y siniestra. Probablemente así esta John.

– ¿Dagas? – Preguntó el hombre mayor.

– Sí. Le clavo una en la pierna izquierda al chico. Pero lo dejó huir. Con dos de nuestros hombres en su poder y más refuerzos de ellos en camino nadie quiso regresar. – Me miró nuevamente. – Ya tenían lo que habían ido a buscar y eso era lo que importaba. –

Así otras conversaciones tuvieron lugar cerca de mí. Ellos no tenían miedo de que los dos hombres que los guardias de Ashley habían atrapado hablaran. No tenían nada que decir. Mi paradero era desconocido para ellos. Una de las medidas de prevención. Otra de las medidas era que solo su jefe sabía para quién trabajaban. Saber que alguien les estaba pagando para atraparme y mantenerme encerrada me puso más nerviosa.

Mis esperanzas estaban puestas en que los guardias que al parecer rodeaban a Ashley tuvieran algún modo de encontrarme. Pero ese era el plan B, el A dependía de mí. Debía encontrar la manera de estar cerca de una salida, distraerlos y sacar mis alas lo más rápido que pudiera. Volar y rogar porque ninguno de ellos pudiera hacerlo también.

Mi velocidad volando era buena, no tan buena como la de Ashley. Solo tenía unas pocas semanas de haberlo logrado, pero aún así podía volar. Mi resistencia, tampoco era tan buena como la de Ashley. Pero era todo lo que tenía. Debía esperar y encontrar el momento adecuado para llevar a cabo mi plan.

***

– ¿Quiere alguien explicarme por qué esta más golpeada que antes? – Preguntó el que asumo era el 'jefe'.

– La chica puede volar. Tuvimos que bajarla de ahí. – Señalo hacia las estructuras de metal casi pegadas al techo en las que me había subido más o menos una hora antes.

No tenía ni idea de cuánto tiempo llevaba aquí. Lo único que tenía era la ropa con la que había empezado la mañana del viernes. ¿Hoy era sábado, domingo o qué día?

– ¿Y cómo le hicieron para bajarla? – Desbordando sarcasmo continuó. – ¿Sedarla? –

El sarcasmo se transformó en ira al ver las expresiones de sus hombres que solo confirmaron que en efecto, me habían sedado. Creo que él no esperaba que hicieran algo tan estúpido. Pero es precisamente fue lo que hicieron. Me dispararon un sedante y caí casi inmediatamente. No me había fracturado el cuello solo porque me mantuve despierta el tiempo suficiente para agitar mis alas mientras caía y así amortiguar el impacto.

– Idiotas. ¿Qué creen que hará él cuando llegue en unos minutos y la vea toda golpeada? –

Con 'él' se refería al sujeto que los había contratado. Cuando los escuche mencionar que estaría llegando en un par de horas para arreglar mi trasladó a un lugar más seguro en dónde se haría cargo de mí, entre en pánico. Intenté huir. No fue la mejor de las ideas que tuve. Mis manos estaban atadas a mis espaldas, algo que hizo un poco doloroso sacar las alas. Como resultado de mi fallido intento de escape termine con una pierna adolorida y varios moretones en mi costado derecho y rostro.

Unos minutos más tarde pude ver el precio que tendría que pagar el tonto que creyó sabio sedarme estando a más de diez metros de altura sobre el suelo. En verdad no pude verlo, pero por la expresión de enojó en el rostro de Tom, supe que no le esperaba nada bueno. Tom. Algo dentro de mí sabía desde el principio que era él. Simplemente no quería aceptar que fuera capaz de contratar a unos locos para que me secuestraran.

– Pensaba venderte. – Dijo como si solo estuviera continuando una conversación que dejamos inconclusa. – Pero imagina mi sorpresa cuando me informaron que puedes volar. –

– ¿Venderme? Eres un loco, Tom. Déjame ir. –

– Si, iba a venderte. Pero ahora voy a conservarte. – Tomó mi mandíbula en su mano. – Ibas a ser mía desde el principio, pero tenías que romper conmigo. Eso ya no importa...–

– Claro que importa. Mis padres notarán mi ausencia. Mis amigos le dirán a la policía. –

– Un inconveniente esa chica y sus guardaespaldas. – Miró su reloj. – Aunque le digan a la policía, no podrán encontrarte. Esos dos que atraparon tampoco saben nada. – Eso ya lo sabía. – Además, ¿quién sospecharía de mí? El hijo de un muy importante hombre de negocios. Nadie. Nadie sospecharía de mí en lo relacionado con el secuestro de la hija de dos famosos. – Volvió a mirar su reloj. – Continuaremos esta entretenida conversación después cuando vuelva por ti y te lleve a tu nuevo hogar. – Dijo con burla.

En compañía del 'jefe' se alejó a revisar el resto de la mercancía, este dio la orden a los dos hombres para que volvieran a vigilarme.

Increíble (Una historia sobre Quimeras 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora