Capítulo 2

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Las clases iniciaron y todo iba excelente. Mis clases eran justo lo que necesitaba para olvidar la presión que ejercían sobre mí mis padres, especialmente ahora que tenía dieciocho. Otras chicas al llegar a esta edad se sentirían libres. ¿Yo? No tanto.

– Alguien parece muy feliz hoy. – Susan dio un golpecito en mi hombro antes de sentarse junto a mí. – Asumo que tus clases han ido bien. ¿O me equivoco? –

– No, no te equivocas. Todo ha ido perfecto. – Y esperaba que continuara así. – ¿Y tus clases cómo han ido? –

– Fantásticas. – Su sonrisa era contagiosa así que le devolví el gesto. – Esperemos que siga igual. –

Comimos algo, conversando un poco sobre nuestras clases y luego nos separamos para seguir con las últimas clases.

Cuando faltaban menos de diez minutos para mi última clase del día, fue cuando me di cuenta que quizás no todo me saldría bien. No encontraba mi salón y se me acababa el tiempo. Llegaría tarde y eso no crearía una buena imagen de mí.

– ¿Puedo ayudarte? – Dijo una voz masculina desde mi derecha.

Gire para ver quien se ofrecía a ayudarme y llegue a la conclusión de que quizás no todo saldría mal después de todo. Mi posible salvador medía cerca de metro ochenta y cinco, unos cinco centímetro más que yo, tenía unos ojos color chocolate, cabello castaño perfectamente recortado y rostro como de estrella de cine. Y ni hablar de su cuerpo, no muy musculoso, sino con las cantidades adecuadas en los lugares correctos. Levanté la vista de sus abdominales a su rostro y para mi mortificación me estaba mirando con una sonrisa en sus labios. Había notado que estaba mirándolo de pies a cabeza como una boba.

– Yo... emm... esto no encuentro el salón de mi próxima clase. – ¡Dios! ¿Podía haber actuado más estúpidamente?

– Déjame ayudarte. – Respondió él sonando tranquilo. – ¿Me dejarías ver tu horario? –

Lo miró por unos segundos y luego me lo devolvió. – Mi siguiente clase esta cerca de ahí así que te acompañaré. Sígueme. – Me quede de pie sin seguirlo. No sé por qué. – ¿Algún problema? –

– No. Es solo que...–

– Que no sabes quién soy y es lógico que desconfíes de mí. Después de todo soy un desconocido. – Volvió a caminar. – Mi nombre es Richard Patterson y estudio en la escuela de drama. – Me sonrió sobre su hombro. – Listo, ahora sabes quién soy y puedes aceptar mi ayuda. Vamos que se nos hace tarde. –

Lo seguí en silencio, dándole pequeñas miradas. Era guapo, extremadamente guapo. Aunque había un cierto aire de tristeza en él. Lo enmascaraba bien con sus sonrisas y actitud de soy el mejor y nada me importa, pero yo había crecido con una actriz, egocéntrica y todo, pero una actriz que sabía lo que hacía por lo que yo había aprendido a descubrir cuando estaba actuando y cuando no. Así sabía qué era real. Tristemente la mayor parte de mi vida era una gran actuación.

– Llegamos. Y aún falta un minuto para que empiece la clase. – Su sonrisa actual era sincera así que le sonreí también.

– Gracias, Richard. Has sido mi héroe. – Extendí mi mano y él la tomó. El calor de sus manos se extendió por mi cuerpo. Extraño. – En serio gracias, y ya que me has dicho tu nombre lo correcto es decirte el mío. Melanie Grayson. Ha sido un placer conocerte, te debo una, así que si necesitas algo y me ves solo pregunta. – Me sonroje al darme cuenta que lo último podía prestarse a malos entendidos. Él por otra parte parecía pensativo, como si en realidad no estuviera escuchando lo que le decía.

Increíble (Una historia sobre Quimeras 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora