TRES

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Nathan sigue hablando de cómo todo el mundo le tiene miedo por lo que hizo antes de entrar aquí y de lo mucho que le apetecía alguien que no tuviera miedo a nada. La verdad es que no le estaba prestando demasiada atención. Únicamente me limitaba a sonreír y asentir de vez en cuando.
-¿Kaos?-pregunta al ver mi mirada perdida
-¿Que pasa Nathan?-respondo desganada
-¿Qué miras?-el pobre chico se había dado cuenta de como le analizaba
-A ti, Rose.- respondo obvia
-¿Por qué?
-Estás bueno-suelto.
Nathan sonríe y se rasca la cabeza. Parece un poco avergonzado. Esta actitud vergonzosa se cambia por soberbia cuando empieza a alabarse, contándome todas sus hazañas amorosas. Vuelvo a dejar que hable solo y me fijo en su espectacular físico. Una cara fina y angulosa de mandíbula cuadrada con rasgos arios: Ojos verdes esmeralda, grandes y brillantes, nariz recta y larga. Labios gruesos y carnosos, de un tono rosa apetecible. Pelo rubio rapado por los lados y con un pequeño tupé en el medio. Y luego hablando de su cuerpo... Un chico alto, de metro noventa aproximadamente, musculoso y esbelto.
Cuando salgo del trance, él continúa hablando de una chica a la que convenció para que lo hiciera con él en una fiesta.
-Mmm.. Nathan... ¿Que te iba a decir?-digo buscando una escusa para que se calle-Ah, si ¿Por qué hace tanto frío aquí dentro?
-Sencillamente porque estamos muy lejos de la zona de la caldera y aquí no hay calefacción.
-Mm... ¿Dónde está la caldera?-pregunto confundida
-Está en el ala oeste del edificio.
-Genial, justo en el lado opuesto de mi habitación.-digo cabreada.
Sin avisarle de donde iba y sin despedirme, me levanto de la silla y salgo airada hacia la puerta de la cafetería.
Voy a mi cuarto corriendo, tengo un plan y pienso aprovechar el miedo que me tiene la gente.
Abro la maleta y posteriormente, el bolsillo pequeño del fondo de esta. Saco todo lo de su interior hasta llegar hasta mi pequeña pero afilada navaja.
Escondo todo lo del interior del bolsillo en pequeños rincones del cuarto. Antes de irme, saco una bolsita de polvos blancos y vierto un poco sobre la mesa. Paso la navaja cortando el polvo en rayas. Acerco mi nariz a la raya e inspiro. Noto como la cocaína se introduce en mi organismo e instintivamente arrugo la nariz y paso mi dedo índice por mis fosas nasales por si quedara algún resto.
Salgo de la habitación con la navaja en mi pantalón, ya sin chaqueta, excitada por el efecto de la cocaína. La energía corre por mis venas y llego a lo que parece ser la oficina de archivos. Sonrío al ver que no hay vigilancia y me cuelo. Miro la zona de delitos menores y encuentro a una chica con la habitación 129, al lado de la caldera. Rachel Lewis, en el centro por partirle la nariz a su compañera de clase, repetidas veces.
Sonrío y ando con paso rápido y firme hasta la habitación de Rachel. Toco la puerta y ella abre. A juzgar por su expresión, sabe quien soy.
-Rachel ¿no?- digo con suficiencia
-Ss...si...-el miedo se refleja en su mirada. Saco la navaja y juego con ella con mis dedos.
-Tienes una habitación muy caliente, lástima que la mía no sea así...-comienzo. Ella solo asiente con su mirada fija en la navaja-¿Te gusta? Estoy aquí por usarla indebidamente.
-¿Qué pasó?-Pregunta con la voz temblorosa.
-Digamos que quería algo de alguien y ese alguien se negó. La cosa se puso fea y bueno... No sabes lo mucho que cuesta sacar la sangre del acero- miento con tal seguridad que parece verdad.- Me gusta tu habitación, Rachel, y pareces buena chica... No quiero hacerte daño... Pero...
-Es tuya-dice inmediatamente
-Muchas gracias, bonita.- digo guardando mi navaja.

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