Capítulo 7

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Son como las nueve y media cuando estamos en la mesa sentados, comiendo la pizza. La conversación se torna fluida pero noto quite Jeannette está un poco cohibida. Durante toda la cena nuestras miradas han chocado constantemente. No logro evitar mirarla. Sus ojos verdes me invitan a mirarla una y otra vez. Me invitan a ver sus sonrojos, sus pequeñas y coquetas sonrisas, su fruncido ceño... Cada cosa que hace me tiene embobado.
Cuando termina la cena, Alex y yo nos sentamos a ver un partido de fútbol mientras en mis manos lío un pitillo. La cosa está interesante a pesar de que los equipos que juegan sean Argentina y Brasil es un buen partido. Abi y Jeannette se han ido a la terraza a fumar un cigarro y a hablar. Aunque ni tardan en volver rápidamente.
Abi se sienta al lado de Alex y Jeannette al otro, no antes sin dedicarme una mirada guasona en señal de cachondeo.

-Esto es increíble, ¿dos chicas guapas para ti? No seas egoísta Alex- le digo. La respuesta es inmediata en forma de risas- y eso que creí que era yo quien estaba soltero y atraía a las chicas lindas...- Tras ese breve momento de risas veo que Jeannette se levanta y se sienta a mi lado, cosa que me parecía increíble. desde el instante en que ella se sienta a mi lado, el partido pierde toda la importancia que tenía. Toda mi a atención queda puesta en ella.
Sobre las diez y media el partido termina. Argentina gana pero apenas he echado cuenta en él. Abi y Alex salen a dar una vuelta, quizás Alex ha tenido suficientes emociones por hoy. Jeannette y yo nos quedamos viendo una comedia mientras nos fumamos un cigarro. Intento centrarme en la película pero pronto escucho bostezos de su parte y creo que es hora de que duerma.

-Creo que será mejor que te muestre tu nueva habitación y descanses, pequeña- le digo a Jeannette. Ella asiente y apaga el cigarro en el cenicero mientras nos levantamos del sofá en el quite estábamos sentados. La guío por la casa mostrándole rápidamente la casa. Le muestro la habitación de Abi, la de Alex, el baño común, mi habitación y por último la suya. Ésta está frente a la mía. Se trata de una habitación simple, apenas decorada pero con todos los lujos necesarios. Que ella la decore a su gusto.

-¿No te gusta?- le pregunto. Veo que ella está absorta en sus pensamientos y la sobresalto. Se gira lentamente hasta encararme y es entonces cuando recuerdo nuestra apuesta- Aún me debes un beso- le digo. Veo comofingir una posición de superioridad y me doy cuenta de que le gusta el juego- ¿Soy demasiado varonil para ti?- le digo sin darme cuenta. Es lo quite normalmente le digo a algunas chicas que fingen oponerse y siempre terminan picadas, puerto me doy cuenta de que con ella es un error- esto... si no quieres...

-Una promesa es una promesa y yo cumplo mi palabra, estupido- es lo único que me dice. Sonrió sin darme cuenta mientras me acerco a ella. Poco a poco le paso mis brazos por su cintura y la acercó aún más a mí. Noto cómo intenta levantar sus manos pero quedan suspendidas en mi pecho. Noto como mi pecho comienza a latir fuertemente, nunca me pasa con una chica y a pesar de que no quiero que pase esto, me gusta la sensación.

Entonces la beso.

La beso con fiereza, con pasión y me dejo llevar por las sensaciones de ese beso. Voy en busca de su lengua pero ella es quien me encuentra a mí, haciendo que mi estómago se encoja con más fuerza aún. Rápidamente tomo de nuevo el control sobre el beso y la acerco aún más a mí, notando casi perfectamente los latidos de su corazón. Es entonces cuando le doy juego con mi pircing. Un juego que acepta enseguida, un juego que creo, la volverá loca. Tras unos segundos me separo levemente para darle morderle suavemente el labio inferior y así ponerle la guinda a un pastel tremendamente delicioso.
Me separo y ambos estamos jadeantes pero tan solo para darle oportunidad de respirar porque tras unos breves segundos me acerco de nuevo a ella para volver a besarla, es completamente deliciosa. Ella toma el control del beso, besándome con fiereza, con necesidad y me encanta. Suelo tener yo el control y odio cuando las chicas intentan tenerlo pero con ella... si ella toma el control me pone aún más.
Pero entonces recuerdo que es la hermana de mi mejor amigo, y que estoy lleno de mierdas. Me separo bruscamente de ella, enfadado conmigo mismo y con ella por dejar que todo ocurra. Puedo tener a muchas tías y me fijo en la que no debo. Entre Alex y yo no existe la tipica regla de no tocar a las hemanas menores, la regla qu existe entre nosotros es la de cuidarlas y hacerlas felices, algo demasiado lejos para mí.

-Maldita sea, no debí hacerlo, yo...- le digo mientras mi mirada no abandona sus labios hinchados y rojizos. Sacudo la cabeza mientras cierro los ojos y me marcho de su cuarto rápidamente. Cruzo el pasillo en dos zancadas y entro en mi habitación. Cierro la puerta y me apoyo en ella mientras intento sacar de mi cabeza todo rastro de Jeannette, resultándome imposible. Camino hasta el baño de mi habitación y me desnudo. Necesito una ducha fresca para despejarme de nuevo.
Abro el grifo del agua fría y un escalofrío me llena mientras el agua cae sobre mi cuerpo. Apoyo la cabeza en la pared y dejo que el agua enfríe mi cuerpo.

No puedo hacerle esto a Diana...

Tras varios minutos más, salgo de la ducha mientras enrollo en mi cintura una toalla. Salgo del baño y busco algo para dormir, finalmente me decido por un pantalón de pijama negro y blanco. Cojo unos bóxer y me los pongo, luego hago lo mismo con el pantalón. No me pongo camiseta, esta noche quizás haga calor. Me fumo un cigarro y me acuesto en la cama. Intento domir pero no logro quitarme de la cabeza unos ojos verdes esmeraldas, algo apagados y temerosos.

La he asustado.

Lo último que quería era asustarla y es lo que he logrado, enhorabuena J.D. Cierro fuertemente de nuevo los ojos e intento dormir de nuevo. Ya debe de ser tarde y mañana tengo trabajo para dar y regalar.

La misma pesadilla de siempre vuelve a asaltarme. Son recuerdos de ella. Recuerdos de mi pequeña y alegre rubia. Veo su sonrisa y casi puedo jurar que noto sus labios contra los míos, pero su olor... Ella solía oler a jazmín... Ahora solo noto el débil olor a fresa, un olor que me resulta basante familiar pero al que dejo de prestar atención en cuanto el paisaje deja de ser mi jardín y mi terraza para ser el puerto. Veo coches y motos, el ruido bronco de los motores, y ella está montando en su coche. Ahora lo recuerdo, es el día en que murió. Intento gritar que se baje, que no corra pero de mi garganta no sale ningún tipo de sonido. Intento correr hacia donde está ella pero nada en mi cuerpo responde. Sigo siendo el mismo maldito esclavo de los mismos malditos sueños que me atacan cada maldita noche. Esclavo cuya única tortura es revivir cada noche, en mis cinco sentidos, su muerte. Quiero cerrar los ojos en cuanto veo que la curva donde choca se acerca pero no puedo. Escucho a la gente a mi alrededor gritar eufórica y yo no soy capaz de hacer nad para parar el trágico accidente que estoy a punto de volver a revivir.

Tan solo quiero despertar.

Entonces escucho el estruendo. Su coche ha chocado. Mi cuerpo comienza a correr hasta mi moto y subo a ella rápidamente. Le doy gas y conduzco lo más rápido que puedo hasta donde sé que yace su cuerpo, esperándome. Hago estallar el cristal, corto el cinturón y la saco de ahí para alejarme corriendo, el coche aún debe estallar. Maldita sea, no quiero mirarle a los ojos, no quiero volver a verla sin vida... Tan solo quiero despertar. Escucho el coche estallar y caigo al suelo. Diana aún está entre mis brazos pero no quiero separarla, no quiero mirarle a los ojos y ver como la vida los abandona frente a mí. Poco a poco mis brazos se mueven, dejándo ver cada vez más su rostro... No, no, no...

-J.D...- escucho el susurro. Es la pequeña- J.D. despierta- me aferro a su voz e intento abrir los ojos. Noto un pinchazo en el pecho que me hace doblarme, chocando con algo en mi pecho.

Y ese algo me abraza instantáneamente.

-J.D. despierta, es tan solo una pesadilla- escucho de nuevo su voz pero esta vez no es un susurro, esta vez su voz está cerca de mí, en mi oído, mintras sus manos me abrazan fuertemente brindándome una paz que he necesitado durante todos estos años. Una paz que creía que nadie podría volver a darme jamás y ahora es la pequeña quien me hace sentir libre de nuevo, quien me a librado de la tortura de ver a la que fue mi compañera morir entre mis brazos. Es Jeannette quien me ha ayudado...

No me quedaba otra más que amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora