Pizzas a exportar y comedia. Al menos no son películas de amor. Miro de nuevo a la pantalla tras coger un trozo de pizza y escucho la contagiosa risa de mi hermana, seguida de la de Jeannette. Puto Will Smith, haría hablar a un mudo.
Sobre las tres de la madrugada todos decidimos que es bastante por hoy y nos encaminamos a dormir. Subo las escaleras el último, siguiendo de cerca el trasero de la pequeña, a la que torturo con mis manos mientras me maldice con la mirada por hacerle esto tan cerca del hermano. Tan pronto como acabo de alcanzar el último escalón de la escalera, agarro firmemente de la cintura a mi pequeña y la desvío hasta mi cuarto ante la divertida mirada de mi hermano y cuñado y la vergonzosa y maldiciente mirada de Jeannette.
No me entretengo para nada en cuanto la puerta de mi cuarto se cierra tras mi espalda y me apoyo en ella, notando con mi piel cada nudillo señalado en la madera, recordando vagamente cada borrachera intentando olvidar mi puta vida, intentando poder dormir cada noche, mi ira cada vez que recordaba que la noche anterior la había pasado con una cabellera distinta a la que deseaba... ahora entre mis brazos no tengo ninguna cabellera pelirroja, ni rubia, tengo a Jeannette, a mi pequeña.
Una pequeña que se agiganta a cada día más, que no se acobarda, que me llena más de lo que ella piensa.
Que me llena más de lo que algún día pensé que me llenaría nadie.
Y sólo pienso en besarla, en acariciar su satinada piel mientras escucho sus balbuceos, sus gemidos, mientras noto su tensión con cada fibra de mi cuerpo.
Su poder es más fuerte que cualquier licor.
Y es entonces cuando me doy cuenta de una cosa. Ella me está haciendo volver a vivir, desear vivir de nuevo...
Y entonces ella toma las riendas. Me besa, me acaricia, me hace desearla centímetro a centímetro, con toda la fuerza y ganas con las que jamás he deseado a nadie.
Me atrae a la cama y con nuestras miradas conectadas me folla... no, no me folla, hace algo más que eso, me hace el amor, dejándome más que complacido, aletargado, para acabar besando cada parte de mi piel que anhelaba su roce.
Me levanto temprano y tras un breve rato observando a mi pequeña dormir, decido bajar y prepararme un más que cargado café.
Es lunes, lo necesitaré.
Noto una mano delicada en mi cintura justo debajo de mi camisa y sé que es mi pequeña. Seguro le dio el olor del café y no se lo pensó.
-Hoy es lunes- me dice con voz suave. Carcajeo y señalo el calendario que esta cerca de la nevera.
-Gracias preciosa, no me había percatado- le contesto con cierto tono irónico mientras ella me muestra una mirada más que envenenada.
-Muy gracioso- me giro de nuevo y añado un poco de azúcar al café mientras intuyo que Jeannette no me quita la vista de encima- voy a ir al taller- me suelta de repente. Me giro con el ceño fruncido más que dispuesto a negarle esa frase pero me calla antes si quiera de poder soltar nada por la boca- da igual que me digas que no, pienso trabajar. Además, donde voy a estar más segura que en el taller bajo tu mirada- me dice con cierta mirada entre niña chica y morbosa, dándome a entender que hará justo lo que le de la real gana, así que evito seguir con esta discusión y le dejo ir, siempre y cuando Héctor esté pegado a su sombra, de otro modo no hay manera alguna de que esto suceda.
Son las cinco pasadas cuando me llega un mensaje a mi teléfono. Me acerco a mi escritorio donde se haya mi móvil y lo desbloqueo esperando un mensaje de Jeannette o de mi hermana, cosa que no me da tiempo a hacer ya que justo antes de ver el mensaje una llamada llega;
<<Natacha>>.
Maldita sea, que coño querrá. Descuelgo el móvil con cierto pesar y tras unas milésimas me lo acerco al oído.
-¿Estás?- me dice una chillona voz al otro lado de la línea, provocando un gruñido de mi parte- ah, pues sí que estás, tenemos que hablar- otro gruñido sale de mi garganta seguido de un rotundo no- pues tú te pierdes lo que te tengo que contar sobre Tony...- maldita sea, días queriendo saber de ese hijo de perra y la única que sabe de él es esta maldita puta.
-Dime lo que sea, ya- le gruño rápidamente, queriendo acabar con esta conversación lo antes posible.
-Ah, ah- escucho. Maldita perra, ahora se niega- en tu casa, en quince minutos- y acto seguido escucho el pitido de la línea que me corrobora que me ha colgado con la palabra en la boca. Maldita perra. No me queda otra que montar mi trasero en mi M3 y salir pitando a casa antes de que se encuentre con mi hermana y esta le arranque la cabellera.
No tardo ni cinco minutos en llegar del taller a mi casa cuando veo el casco rojo sangre de Natacha apoyado justo al lado de su cuerpo, sobre el asiento de la moto. Bajo pesadamente de mi coche y me acerco cautelosamente a la pelirroja que me sonríe pícaramente mientras sostiene en su mano derecha un móvil.
-Estás tardando en decirme lo que sea e irte por donde has venido- le espeto furioso por hacerme mover de mi despacho donde tenía tan buenas vistas de mi pequeña enfundada en ese traje blanco de protección.
-¿Ya no me invitas a tu casa?- pregunta mientras alza una fina ceja. Maldita desgraciada, se está colando, pienso. Pero me limito a abrir la puerta de mi casa con las llaves y entrar, seguido de Natacha que ignora mi orden de que se sentase en el sofá y sube directa a mi despacho.
Hija de puta.
La sigo mientras escucho sus comentarios hacia mi despacho, espetándome que la última vez que estuvo aquí la empotre varias veces contra mi mesa. Rio irónico mientras pienso en que en esa época lo ultimo que quería era empotrarme a una tía en cualquier posición que me permitiera ver su rostro. Solo quería follarlas de forma y cuya posición no les dejara mirarme ni tocarme. Y no era feliz así.
De pronto el silencio tan deseado llega a mis oídos y me hace mirar hacia donde esta Natacha. Veo que me tiende el movil que traía y lo tomo en las manos. Camino con el sobre hasta sentarme en mi sillón y con un fuerte debate interno sobre si aceptar o no la ayuda de una tía que desea que le deba un puto favor, y pulso cualquier botón para que la pantalla se encienda.
Lo más inesperado e imposible sucede ante mis ojos.
Ni dirección, ni número de teléfonos, ni una puta cuenta en un banco que permita algún tipo de localización de Tony.
Solo fotos.
Fotos de Jeannette. Con fecha y hora. De hoy hace un par de horas si llega. Fotos con Héctor, en una claramente besándolo. Justo entonces la puerta se abre dejando ver la aniñada cara de Jeannette, más que sorprendida por ver a Natacha aquí.
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No me quedaba otra más que amarte
RomanceMi vida era una miseria, tan sólo rodaba alrededor del alcohol y chicas que no conocía. Trapicheos para vivir con los lujos de los que dispongo. Carreras y velocidad. Velocidad, y mucha, pero nada más. Hasta que mi mirada choco con la suya, esos oj...