Capítulo 11 Maratón (4/4)

1.7K 146 1
                                    

Ha pasado como un mes desde que la pequeña y yo hemos discutidos. He vuelto a beber como gilipollas y lo peor, me he tirado a varias tías pero siempre pensando en que era la pequeña, frustrante.
Salgo de la ducha y me envuelvo una toalla en la cintura. Salgo del baño y me dirijo a mi armario para buscar algo que ponerme. Tras mucho mirar decido ponerme un chándal azul ya que hoy no saldremos a ningún lado. Me visto y bajo. Abi y la pequeña están fumándo un cigarro mientras Alex está llamando al italiano para pedir algo de cenar. Me acerco a uno de los sofás y me siento para ver la televisión mientras el pedido llega. Tras unos veinte minutos la omida llega y comenzamos a comer. Charlamos y reímos pero yo no logro centrarme en ninguna conversación. Tan sólo me interesa observar a la pequeña. Aquella noche en la discoteca me la cargué. Ella no tuvo nada con ese idiota y yo, en cambio, me tire a una morena por el simple hecho de parecerse un poco a ella. Y para colmo, el tipo de mujeres que me he tirado han sido todas morenas, de pelo largo y liso. Antes lo mío eran rubias porque me recordaban de alguna manera a Diana, ahora no encuentro ningún tipo de atracción por las rubias y cuando consigo a una morena tengo que imaginar que se trata de la pequeña porque de lo contrario...
Termino de cenar y recojo mis platos para meterlos en el lavaplatos. Me alejo del comedor y me siento de nuevo en el sofá, esta vez para poner el equipo de música. Escucho que los demás terminan de cenar y Abi se marcha a ducharse. Pronto Alex se sienta a mi lado y me percato de que falta la pequeña.

-¿Y Jeannette?- le digo. Él sigie con la mirada fija en el pitillo que se está haciendo.

-Fuera, está fumándo- me dice concentrado mientras lía el papel. Asiento y me levanto dispuesto a hablar de una vez con la pequeña. Abro la puerta y salgo al exterior. La noche está fresca. Veo que está sentada en uno de los escalones mientras termina de fumar su cigarro. Veo que gira la cabeza y me ve pero no me mantiene la mirada, sino que la vuelve de nuevo la cabeza. Me acerco a donde está y siento a su lado. Dirijo mi mirada hacia ningún lado intentando pensar claramente lo que quiero decirle. Tras unos segundos, decido que decir.

-¿Sabes? Dudo poder seguir con todo esto...- le digo mientras ella se gira para mirarme con el ceño fruncido- no puedo negar que me encantas y por mucho que me tire a otras, no es lo mismo...

En el instante en que termino de decirle ésto, la beso. La beso lentamente, tan solo rozándole, pidiéndole en silencio y con mis labios permiso para hondar el beso. Al principio parece rígida pero poco a poco su cuerpo se relaja y me responde al beso titubeante. Profundizo lentamente el beso y dejo que ella me responda. Pronto me separo de ella, jadeante. La miro a los ojos y veo que sus pupilas están bastante dilatadas, tanto que apenas se puede ver una fina línea de color esmeralda. Mi mirada se posa en sus labios, hinchados y algo temblorosos pero muy apetecibles y dulces. Me acerco de nuevo a ella y poso suavemente mi frente contra la suya mientras cierro los ojos e intento disfrutar de estos breves segundos de verdadera paz que no he tenido desde antes de la muerte de Diana. Intento tranqulizar mi corazón que bombea como loco e intento ordenar mis pensamientos y sentimientos. Esta chica me gusta...
Abro los ojos y poso mi mano en su nuca, apretándola contra mí suavemente para atraerla y besarla de nuevo. Esta vez el beso es salvaje y embriagador y no creo que sea capaz de separarme de ella pero lamentablemente, escucho la voz de Abi acercándose a la puerta y me separo de ella rápidamente. Me levanto del escalón y me dispongo a entrar.

-¿Ya te acuestas?- me pregunta Abi. Asiento suavemente mientras beso su frente y le doy las buenas noches. Subo las escaleras lentamente mientras el nudo que tenía en mi pecho se deshace dejándome tranquilo. Entro a mi cuarto y sin pensarlo dos veces me tumbo en mi gran cama king-size que desde hace varios años siento demasiado vacía. Decididamente, esta cama ha presenciado mejores años. Años de risas, peleas, cosquillas, caricias pero sobre todo amor. Un amor desvivido que relativamente duró poco, pero cuyas consecuencias han dejado una enorme brecha en mí que amenaza con no cerrarse nunca. Una enorme brecha que traía con ella la jodida promesa de hacerme infeliz.

Hasta que llegó la pequeña.

Hasta esa misma tarde en que su cabellera lisa y larga se cruzó en mi camino, hasta que sus preciosos ojos verdes cargados de vida y promesas lívidas y salvajes me miraron a los ojos y me hicieron perder la poca cordura que en mí quedaba. Con esa risa a veces inocente y a veces cargada de sensualidad, con sus cabreos y su orgullo, con sus delicadas pero jodidamente atrayentes curvas que se profundizan con cada paso que da y que terminaran conmigo en cualquier momento. Cierro los ojos mientras los recuerdos acuden a mí, esta vez no son recuerdos de Diana, son recuerdos de la pequeña, recuerdos de su mirada asustada y alentadora el día que se accidentó. Su mirada presa del pánico mientras miraba a sus piernas esperando que éstas respondiesen a su necesidad de verlas moverse. Pero también vienen a mi mente su mirada cargada de ternura en cuanto mira a su hermano o a Abi. Su mirada vivaz y temeraria cuando conducía su coche el día de la carrera. No le teme al peligro pero hay algo ahí fuera a lo que sí le teme. Me lo demostró el día en que entró a mi cuarto porque yo gritaba preso de las pesadillas. Miró los cristales de la foto en el suelo y su mirada se volvió sombría para luego cargarse de miedo. Lo mismo le pasa con los ruidos estruendosos como cuando hace unos días, Abi rompió un vaso y su reacción fue cubrirse con los brazos el rostro. Algo la tiene traumatizada y aún no es capaz de asimilarlo.

No me quedaba otra más que amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora