Capítulo 24

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Abro los ojos esperando verme sólo de nuevo como cada mañana. Pero al ver el rostro de la pequeña lo recuerdo todo. Ya no estoy sólo, la pequeña está a mi lado, abrazándome y mirándome cariñosamente. Esto es lo que de verdad necesito, más que ninguna maldita terapia de las de antes. La necesito a ella. Deslizo mi mirada por su cuerpo apenas tapado por la fina sábana y siento que ahí abajo algo comienza a despertar con ganas de marcha. Veo que su mirada temina posándose en el mismo lugar donde está mi erección y el rubor tiñe suavemente su tez. Es jodidamente hermosa, y es mía. De repente veo que comienza a levantarse y a vestirse rápidamente y yo no puedo hacer otra cosa que mirarla y sonreír. Por fin algo bueno.

Tras una larga ducha que me reactiva cojo el coche y me encamino hasta el puerto. Esta noche hay carreras y Héctor y yo somos los máximos responsables de que todo esté en orden dentro de la ilegalidad.
Llego temprano pero veo que ya hay bastante trabajo adelantado. El asfalto de la carrera está completamente limpiado y equilibrado para evitar accidentes, la barra improvisada que en breve estará hasta arriba de alcohol y las luces que en un principio alumbrarán la carrera y posteriormente harán del lugar una improvisada discoteca están controladas. Todo está controlado. Veo a Héctor cerca de un par de hombre y con su lista de participantes en la mano. Me acerco a él mientras tomo un cigarro entre mis dedos. A medida que me acerco me doy cuenta de que los dos hombre son los amigos de Héctor, ambos ex-militares, los encargados de la vigilancia de Tony.

-¿Seguro?- escucho que dice Héctor. Veo que ambos honbres asienten y me temo lo peor. Me acerco aún más y miro a los tres hombre mientras frunzo el ceño. Héctor me mira a los ojos y toma una brusca bocanada de aire- No saben donde está...

-Juro que de esta no pasa- le digo a Héctor en mi despacho- como lo encuentre lo tendré que matar.

-Tranquilizate, hermano. Son buenos en lo que hacen, lo encontraran- me dice mientras trata de encontrarlo llamando a sus contactos.

Tomo otro sorbo del café mientras pienso en que paso dar. No puedo dejar a Abi y Jeannette en casa, Alex terminaría sabiéndolo todo y no quiero ni imaginarme que puede pasar. Además, Jeannette está arta de esconderse de él y Abi... Abi la formaría seguro. Escucho a Héctor hablar con alguien por el móvil pero no le presto atención. En cambio una imagen cruza mi cabeza. Una imagen de mi pequeña golpeada. Con la muñeca completamente hecha polvo y el rostro golpeado al más no poder. Una imagen que últimamente me atormenta en algunas noches, provocando que me despierte totalmente jodido. Casi obligándome a ir en medio de la noche a su habitación para asegurarme que está bien, que nada ni nadie la ha tocado. Pero lo peor es cuando las pesadillas la atormentan, cuando veo su ceño fruncido y su rostro crispado por un dolor que, a pesar de no sentir realmente, estoy seguro que para ella es revivir cada uno de esos días.
Me giro para mirar a Héctor que sigue hablando con alguien con el ceño fruncido. Miro la hora en mi móvil y veo que es tarde. Tan solo queda un par de horas para salir al puerto. Aviso a Héctor de que me voy a ir y que intente por todos los medios de encontrar a Tony.
Acelero con el coche hasta la urbanización en la que vivo y aparco en el primer hueco que encuentro. Me quedo en el asiento del coche mientras pienso como haré esta noche para que Jeannette no esté expuesta al peligro. Sé de sobra que Tony vendrá a por ella. Ha descubierto que lo tenía vigilado y se ha tomado demasiadas molestias para que no lo viesen salir de su casa. Eso sólo lo ha podido hacer por una cosa, y es porque viene para acá.

Encajo la llave en la cerradura de la puerta y abro. Tan solo escucho la música de fondo y sé que son las chicas que seguro se están arreglando. Subo las escaleras y atravieso el pasillo hasta llegar a mi cuarto. Suelto mi cartera, mi móvil y las llave del coche sobre la cama y me dirijo al armario. No sé que ponerme así que elijo unos vaqueros despintados y una camiseta negra que se ceñirá perfectamente a mi torso, ademas de unos Calvin Klein negro y unos calcetines. Entro al baño y me doy una ducha refrescante y rápida que despejará mi mente y ayudará a que piense mejor.
Termino poniéndome la ropa y bajando las escaleras mientras mi móvil no para de sonar. Ya he visto quien me llama y no quiero ni pienso cogerlo. Natacha es demasiado cabezona como para entender que no quiero nada con ella.

No me quedaba otra más que amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora