Capítulo 2

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                  Despierto con el frío clima de Chicago helándome hasta los huesos. No sé cuándo se dignará Judy a arreglar la maldita calefacción. Todos nos estamos helando, apenas puedo moverme y podría jurar que tengo hielo en el cabello. Bien, tal vez esté exagerando un poco; sin embargo, no nos vendría nada mal que se comprara otra calefacción. Me descubro la cabeza para recibir la luz del día, pero entonces los recuerdos me llegan a la mente como un flechazo y me halo de los cabellos para arrancarme a ese hombre de los pensamientos. Joder, ahora mismo me arrepiento de haber huido y mi conciencia me atormenta por millonésima vez preguntándose qué hubiera pasado si hubiese permitido que los besos pasaran a otro nivel.

Voy a extrañar que me digan Niña Bonita con una voz grave, bastante varonil y con una sobredosis de sensualidad en cada palabra. También echaré de menos su cabello ondulado con ese fleco cayéndole eróticamente sobre la frente, sus ojos dominantes, sus labios apetecibles y esos tirantes tan fascinantes que me siguen conquistando con sólo recordarlos. Él, que se ha metido hasta por debajo de mi piel, me ha hipnotizado con sólo plantarse frente a mí. Ni siquiera sé su nombre, ni siquiera sé si volveré a verlo... y eso me entristece de alguna manera.

—¡Buenos días! —Judy entra a mi pequeña habitación con una sonrisa que me fastidia. Detesto estar molida—. ¿Cómo se siente estar en sábado? ¿Bien?

La sonrisa que le dedico me sale medio torcida.

—Estoy hecha un flan, Judy...—las esquinas de mis labios se hacen hacia abajo. Me encantan los sábados, es mi día preferido... pero sólo llegó Él y ya tengo mi sábado y mi mundo patas arriba.

—¿Qué pasó anoche? —toma asiento en mi cama y me mira maternalmente. Judy, además de ser mi mejor amiga, es como la madre que prácticamente nunca tuve—. Te estuvimos esperando Fred y yo en "The 70's Disco" y nunca llegaste.

Cuando le cuente lo que no le he querido contar, dejará de estar dándole tanta importancia al Club de Fred. ¿Acaso soy necesaria para que el lugar funcione? Claro que no. Además estoy por decirle a mi amiga que renuncio al trabajo al cual me ha sometido. No me será nada fácil. Mi mente se llena de los recuerdos menos preciados: el señor Nicols. Así que mis ojos se llenan de lágrimas, mi labio inferior se pone a temblar y mi cara se arruga hasta ponerse roja del llanto. Lloro como si hubiesen matado a alguien. Estoy chillando de coraje y de dolor.

—¡El maldito señor Nicols trató de violarme! —Le grito a Judy atormentándome con los sucios recuerdos vividos. Mi amiga abre los ojos del susto—. ¡No vuelvas a hacerme vestir de esa manera tan vulgar!

—Joder... ¿se atrevió ese imbécil?

—¡Sí! —grazno—. ¡Me tomó por la fuerza para besarme y trató de...

Mi cara se transforma por una de asco. Ni siquiera soy capaz de decirlo dos veces en voz alta. Es injusto que deba pasar por eso varias veces. Que pertenezca a esta comunidad de prostitutas no quiere decir que puedan tomarme en contra de mi voluntad. ¡Tengo derechos y deben respetarme!

—Lamento que hayas pasado por eso, Ally... No creí que el señor Nicols fuese esa clase de hombre —hace un mohín de decepción.

—El abrigo se quedó en su apartamento. Trataré de recuperarlo.

Niega.

—De eso me encargo yo —dice ahora con rabia, mira por la ventana y sé que está armando un plan asesino—. Y también aprovecharé para darle su merecido.

—Por favor. —sonrío.

—¿Y qué pasó después? Mónika me chismeó que llegaste medio rara por la noche y que veinte minutos más tarde saliste apresurada para tomar un taxi.

"Atracción Peligrosa" ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora