Capítulo 3

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—¿Te conozco de algún lado, Muchacha? —Pregunta con su voz grave y madura. Scott es bastante guapo, las canas incipientes que sobresalen de sus sienes le dan ese aspecto atractivo y por ello mismo le calculo que tiene entre cuarenta y cuarenta y cinco años, sin embargo... luce joven.

—No, lo dudo, señor Harrison.

Se acerca más a mí invitándome a sentar en el sillón para dos que está del otro lado de la habitación. Trato de mantener la calma para no salir huyendo ya que igual me intriga ese asunto que compartimos el señor Harrison y yo. Siento que lo he visto antes pero no sé dónde. Tomo asiento en el sillón lo más alejada posible del lugar que ha tomado Scott, él me mira profundamente a la cara como si tratara de encontrar algo.

—¿Cómo te llamas? —Se inclina hacia delante para tomar una cajetilla de metal que está sobre la mesa de centro. La abre, saca un puro y comienza a olerlo—. ¿Fumas?

—Soy Ally Baker y sólo fumo cigarrillos.

El señor Harrison deja de olfatear el puro y me mira estupefacto. ¿Qué pasa? Seguro piensa que soy muy niña para estar fumando tabaco. Tengo veinticinco años, bebo alcohol y fumo cigarrillos gracias a Fred Crawford, pero no es para que me mire de esa forma. Todos somos libres de escoger cómo dañar nuestras vidas: unos las dañan con amor y yo la daño embriagándome.

—¿Qué pasa? ¿Está mal que fume? —Pregunto para romper con el silencio que he provocado con mi declaración. Scott tarda para salir de su estado de piedra pero da señales de vida a los pocos segundos.

—Bueno, es que eres muy bella y no deberías dañar la perfecta imagen que heredaste de tus padres —dice completamente ausente de lo que en realidad es mi vida.

Me río.

—Creo que es precisamente eso lo que quiero hacer.

—¿Por qué quieres eso? Tus padres deben estar muy orgullosos de ti... —agrega mientras corta la punta del puro que estaba olfateando

—¿Orgullosos? —Me empiezo a reír a carcajadas ya que prefiero eso que echarme a llorar delante del señor Harrison—. Danielle y Nicholas me abandonaron hace diez años, no me dijeron absolutamente nada y me dejaron embargada con el banco; terminé en la calle y fui acogida en una casa de prostitutas. Por eso estoy aquí.

Scott parece bastante sorprendido por lo que le he contado, su cara refleja incredulidad y un leve estado de shock. Ha de pensar que mis padres fueron tan crueles al dejarme abandonada como si yo fuese cualquier cosa, como si fuese basura que desechar, como si nunca les hubiese importando que yo fuera su hija. Las lágrimas desconsoladas brotan de mis ojos. Por la culpa de ese par de monstruos he tenido que pasar por tanto sufrimiento, tengo éste pasado que me atormenta y que al parecer a nadie le interesa.

Entonces el señor Harrison me mira paternalmente. Son los ojos paternos que he necesitado ver desde hace mucho tiempo, me dejo abrazar por él mientras lloro para desahogar a mi pobre corazón que ha tenido que guardar tanto dolor. Scott saca un pañuelo de su saco color gris, me enjuga las lágrimas que resbalan por mis mejillas y me hace verle a la cara.

—Es un error que te dediques a esto, ¿no? —Pregunta y yo asiento. Es un completo error que me estén obligando a hacer algo que no quiero hacer, ni siquiera me dieron la opción de elegir—. Ally, ¿me dejas ayudarte? Sé que hace menos de veinte minutos que me conoces pero en verdad quiero ayudarte... Quiero que me veas como una figura paterna.

—Yo... no lo sé...

—Te sacaré de esto, no necesitarás vender tu cuerpo nunca más, sólo déjame cambiarte la vida.

"Atracción Peligrosa" ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora