Capítulo 7

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El placer ha creado una especie de obstáculo para mi lengua y la entorpece de tal manera en que sólo puedo alargar una eme—. Por favor responde.

Su boca se detiene justo en mi vientre y su respiración me eriza la piel aun más de lo que esperaba. Trago saliva, abro la boca y mi respuesta se escucha ronca.

—Sí, mucho...

Está muy cerca, muy, muy cerca y lo que me pone más nerviosa es que es precisamente su perfecta cara la que está a centímetros de mi sexo. Tengo las ganas inmensas de colocar mis manos en su cabeza y apartarlo, cubrirme, protegerme... pero algo anda mal, no puedo moverme, mis extremidades no responden, estoy en estado vegetativo siendo esclava de estas maravillosas sensaciones que sólo él me provoca; no puedo abrir los ojos, sólo estoy gimiendo de placer y nada más.

Entonces siento que separa mis piernas, recorre con su dedo índice mis pliegues y su respiración me indica dónde tiene la cara. Allí. Mis mejillas se enrojecen y de pronto doy un respingo involuntario cuando siento su carnosidad húmeda entre mis labios.

—¡Dios! —grito de placer al momento en que su lengua se mueve gloriosamente sobre mi clítoris.

Son movimientos precisos, de esos que me dejan en claro que sabe lo que hace. Y no tengo dudas de ello. Es como si su lengua tuviera vida propia, sabiendo perfectamente cómo y dónde realizar su majestuosa obra maestra. Dios santo, incluso haciendo esto me deja encantada. Son tantas sensaciones inexplicables y que, para mi cuerpo virginal, son tan profundas e incontrolables. Por un momento siento que voy a llorar, luego siento que necesito gritar a los cuatro vientos el placer inmenso que me posee y luego siento que necesito más, mucho más. Que me parece insuficiente.

El hombre de los tirantes separa más mis piernas, yo sostengo las sábanas blancas en un fuerte agarre y recibo una fuerte dosis de placer cuando mordisquea mi botón hinchado. Su carnosidad se mueve por todos lados, de arriba abajo pero segundos después coloca su dedo pulgar sobre mi clítoris moviéndolo circularmente. Y mientras hace eso, su dedo índice acaricia suavemente mi centro.

Abro los ojos en automático y lo miro observarme ahí con ojos anonados.

—Yo... —empiezo, hablando con mi voz temblorosa. Él me mira—, nunca... he...

—¿Quieres decir que seré el primero en tu vida?

Está mirándome directamente a los ojos, está serio, pero sus ojos expresan demasiadas cosas. Es difícil de descifrar. Oh, seguro está pensando es que no debió iniciar nada sexual con esta niña virgen e inexperta. Él quiere placer, volverse loco, que le hagan miles de cosas sucias... cosas que yo no puedo darle. Si sigue adelante, tendrá que aceptar la tarea de decirle cómo moverse.

Me siento en la cama, cubro mi cuerpo desnudo con las sábanas y, siendo incapaz de seguirle sosteniendo la mirada, la aparto presa de la vergüenza reflejada en mis mejillas. Debí decirle, debí continuar cuando iba a confesar y no permitir que llegáramos hasta aquí. Joder, qué mal me siento. Estoy segura de que Michael se ha acostado con cientos de mujeres expertas en la materia. Es un hombre y la experiencia se le refleja perfectamente en la cara. Y esa lengua ya me lo ha demostrado.

—Sí...—murmuro—. Debí decirte, perdón, lo siento...

—Espera, Ally... —se acerca y se sienta frente a mí, nuestros ojos conectan—. ¿Qué mujer va por ahí contándoles a las personas que es virgen?

Tiene razón, pero ya habíamos iniciado algo.

—¿Quieres hacer esto conmigo? ¿Vas a darme a algo que no volverás a recuperar nunca?

"Atracción Peligrosa" ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora