Capítulo 5

1.8K 129 60
                                    


           ***NO LEAS SI NO VAS A COMENTAR. GRACIAS. ***             

                 Tengo la vista borrosa para cuando abro los ojos, me siento sobre el colchón y me estiro mientras dejo escapar un bostezo. Parece que la calefacción que Judy compró en rebajas por fin hace su trabajo como calefacción de primera clase. He dormido calientita, sin sentir mis pies fríos y sin la necesidad de taparme de pie a cabeza. Es una lástima que la mañana se arruine con el mismo desayuno de siempre: omelette de huevo tamaño jumbo. Bajo de la cama aún con los ojos adormilados, camino fuera de mi pequeña habitación y mentalmente me voy inventando alguna excusa para escapar del horrible desayuno de mi amiga. ¿Fred me ha invitado a desayunar? No, no sirve. ¿Scott me ha citado nuevamente? No, ya he dejado el trabajito. ¿Entonces qué sería bueno?

Tallo mis ojos para aclararlos, parpadeo un par de veces, fijo la mirada y me despierto como si me echasen un balde de agua fría cuando veo lo que estoy viendo. El hombre de tirantes está sentado en el lujoso comedor con una taza de café a medio camino, me mira de arriba abajo y algo me dice que baje la mirada... ¡Estoy en pelotas! Me cubro mis cosas con los brazos mientras me pongo a dar vueltas de un lado a otro. Joder, ¿cómo pude olvidarlo? Estoy en la habitación sesenta y nueve, con él, después de un intenso masaje erótico. Pero no recuerdo más allá después de que acabó de dármelo.

Entro nuevamente en la habitación y me meto bajo las sábanas. ¿Sigo siendo virgen? ¿Lo habremos hecho? No siento dolor, no me duele nada; estoy asustada, muy asustada. Si lo hicimos al menos me hubiera gustado recordarlo. ¿Me habrá drogado? ¿Me embriagó hasta dejarme inconsciente? ¿Qué pasó anoche? La puerta se abre, así que me cubro de pie a cabeza de forma automática. Pasa unos minutos hasta que el colchón se hunde por el peso del sexy hombre de tirantes. Mi piel se estremece con solo tenerle cerca, ni las sábanas son capaces de protegerme de sus encantos y sé que él está muy consciente del efecto que causa en mí.

—¿Qué pasa, bonita? —Me pregunta con suavidad, con ligera preocupación en su voz—. ¿No quieres hablar conmigo?

¡No!

—Sé lo que te preocupa... y déjame aclararte que no pasó nada más que el Tántra, te quedaste dormida en cuanto salí para ordenar algo de cenar y tuve que traerte a mi dormitorio... —lo interrumpo.

—¿Qué? —me quito las sábanas de encima pero inmediatamente me las vuelvo a poner cuando recuerdo que estoy desnuda; lo miro incrédula y me permito ver el dormitorio donde estoy. No es donde me quité la ropa anoche—. ¿Y por qué me trajiste a tú dormitorio habiendo otras habitaciones?

Me mira a los ojos por unos largos segundos.

—Porque las otras habitaciones no son para dormir.

—¿Y por qué hay camas? —pregunto, sentándome en la cama cubriendo mi cuerpo desnudo con la sábana blanca.

—Ya venían en la suite, bonita, pero no se usan para dormir.

No tiene sentido lo que me está diciendo, las camas son para que duermas... ¿para qué otra cosa serviría? El caso es que, si yo he dormido en su dormitorio y en su cama, ¿en dónde ha dormido él? Siento que palidezco cuando no encuentro otra respuesta más que la que se me ha venido a la mente.

—¿Dónde has dormido tú? —Le pregunto en voz baja—. ¿Conmigo?

—No... me he pagado una habitación. —Responde.

—Has de tener mucho dinero, M.

Me regala otra sonrisa incipiente. Una que me mata.

—Lo suficiente, bonita. —Se acerca más a mí colocándome nerviosa al instante, recordándome su cercanía los apasionados besos que nos hemos dado y la verdad es que me muero por besarle.

"Atracción Peligrosa" ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora