Capitulo 11: Kilos

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Eran cerca de las doce del mediodía de un tres de julio en el reino de Fiore y en el gremio Sabertooth, el ahora maestro de aquel gremio salía de allí con dirección a su casa para ver dos cosas: la primera era ver cómo estaba su joven esposa, la segunda era para ver cómo se encontraba Lector. Al no encontrarlos al momento de su llegada en la sala de estar se dirigió a la segunda planta de la casita, donde se apresuró a llegar a su habitación porque escuchó gritar a su muy embarazada esposa, una vez que estuvo dentro de habitación se acercó a la cama donde esta estaba sentada acompañada del Exceed .

–Minerva ¿estás bien?– Pregunto el rubio, con un notable tono de preocupación en su voz, pues no era común a su amaba en ese estado.

– ¡No! Sting no estoy bien...Nada me queda estoy gorda ¿cierto, Sting? –Dijo la pelinegra azabache abrazando a Lector, quien en ese momento estaba dormido.

–Sting, cariño no estás gorda– Dijo inocentemente Sting, regalándole una sonrisa a la mencionada– ¿Sabes? Solo tienes unos kilitos demás y es porque nuestro bebé está creciendo sano y fuerte– Agregó el joven, sin saber que sus palabras desataron la furia de la pelinegra.

– ¡¿Kilitos?! ¡¿KILITOS?! –Grito Minerva lanzando al pobre Lector al otro lado de la habitación, quien hasta ese momento había estado dormido.

–¡¡¡Lector!!! –Exclamó Sting al tiempo que intentaba atrapar a su Exceed para evitarle más heridas de las que tenía.

– ¡Sting! Parezco una ballena de lo gorda que esto ¿Que acaso no lo ves?– Dijo mientras se señalaba– Nada me queda– Continuó diciendo Minerva, al borde del llanto, señalando esta vez, buena parte de su ropa que estaba regada por el piso de la habitación.

–No creo que parezca una ballena, amor. Solo...solo digamos tiene un poco de peso de más pero no es para tanto– Dijo el dragón blanco, tras haberse asegurado que su guardián Lector estuviera ileso de la ira de su esposa– Es más estoy seguro que cuando nazca él bebe regresaras a tu peso normal –continuó diciendo el joven mientras dejaba a Lector en su camita, sin prestarle mucha atención a lo que hacia la pelinegra, pues de haberlo hecho habría podido evitar la ira de Minerva

– ¡¿No es para tanto?! –Exclamo la pelinegra buscando con la mirada algo que pudiera lanzarle a Sting, consiguiendo a su alcance una gran enciclopedia –Claro como tú no eres el que lleva un peso de más– Dijo para luego lanzar la enciclopedia la cual el castaño no pudo esquivar a tiempo.

– ¡Minerva! ¿Por qué rayos me lanzaste esa enciclopedia? –Pregunto Sting, llegando su mano derecha a su cabeza, donde lo había golpeado la enciclopedia.

–Vete, Sting vete– Dijo conteniendo las lágrimas– ¡Vete! ¡Largo de aquí Sting!– Decía Minerva sollozando– Solo me dices que estoy gorda ¿De seguro debes tener otra? O ¿Es que ya no me amas? – Para este momento ya gruesas lágrimas surcaban el rostro de la joven.

–Mine yo no.... –Fue lo único que logro decir Sting antes de que la mencionada volviera a lanzarle algún objeto que le hiciera más daño que la enciclopedia – ¡Mine, Mine! por lo que más quieras deja de lanzarme cosas y dime: ¿Qué te hace pensar que tengo a otra? ¿O que ya no te amo? –Dijo este acercándose a la maga.

–Es que yo parezco un ballena en cambio tú sigues tan guapo como siempre... –Logró decir Minerva dejando que Sting le secara las lágrimas.

–No pareces una ballena ya te lo dije. Estas...– Se mordió la lengua antes de decirla a Minerva que estaba algo gorda, pero no quería recibir una bofetada o algo peor por parte de esta–....Estas muy bien así y eso significa que nuestro hijo está sano y apenas lo tengamos en nuestros brazos volverás a como estabas antes o simplemente serás alguien mucho más hermosa de lo que ya eres– Dijo Sting abrazando a la pelinegra.

–Sting

– ¿Sí?

–Queremos helado de chocolate, fresas con crema, hamburguesa y papas fritas –Dijo Minerva si romper el abrazo.

– ¿Algo más?– Preguntó

–Sí. También tráenos pizza margarita y algo para Lector– Agregó la joven mirando al pobre Lex desmayado reposando en su camita cerca de la venta de la habitación.

–Está bien vuelvo enseguida– Dijo Sting saliendo de la habitación.

En todo el tiempo que Sting paso fuera buscando las comidas que su querida Minerva le pidió, esta aprovecho para ordenar un poco toda la ropa que estaba tirada por toda la habitación y cambiar los vendajes del pobre Lector. Mientras que en la ciudad Sting caminaba a toda prisa por conseguir todo lo que su esposa le había pedido una vez que consiguió todo camino de vuelta hasta su casa pero en el camino se encontró con Rogue, quien era el mejor amigo del rubio, al parecer iba por comida oriental y helado napolitano para Yukino quien apenas rondaba los tres meses de embarazo.

–Rogue te daré un pequeño consejo nunca le digas a Yukino que esta gorda durante el embarazo. Nunca, jamás de los jamás en lo que dura el embarazo se lo diga– Dijo Sting dándole palmaditas en la espalda a su mejor amigo de toda la vida– Bien de la mis saludos a Yukino y a Frosh– Dijo a modo de despedida el rubio.

–Gracias por el consejo– Dijo el azabache con una media sonrisa, pues se imaginaba lo que le había pasado a su amigo– Llévale mis saludos a la señorita. Por cierto Frosh pronto irá a visitarlo– Dijo Rogue para seguir su camino hasta la heladería del final de la plaza.

Cerca de cuarenta y cinco minutos después llegó Sting a su casa se dirigió a la cocina para acomodar todo para llevárselo a Minerva a la habitación luego de uno minutos preparando todo, este se dirigió escaleras arribas hacia la habitación donde se encontró con una una imagen que jamás olvidaría o al menos tardaría en olvidar, y es que lo jamás pensó que su amada Minerva se quedaría dormida abrazada a Lector. Sting dejó la charola sobre la mesita de noche, tomó una cobija y se la colocó a ambos para cubrirlos del frío que estaba empezando a hacer para seguidamente tomar asiento en el sofá que estaba junto a la ventana mirando a su esposa y a su "hijo" dormir. 

De la A a la Z (26 one shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora