XII

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21 de septiembre, 2009.


Mi madre comienza a darse cuenta de mi problema, porque me ha preguntado si pasa algo. Y le he mentido.

He bajado mucho de peso. Se nota a leguas.

Esta noche decidí ir a dar una vuelta por la ciudad, he caminado queriendo perderme por todos los oscuros y fríos callejones de este laberinto sin salida.

Y, de repente, encuentro a Noah sentado en un banca. Tenía un cigarrillo entre dedos y parecía que lo disfrutaba. Por un momento pensé en darme la vuelta y seguir para que no me viera. Cuando dijo...

—La vida no es tan divertida como nos hicieron creer, ¿cierto? —No sé si me hablaba a mí o si estaba delirando —No huyas de mí, Annalisa. No soy un monstruo, al menos no por ahora.

Di unos cuantos pasos y me senté a su lado derecho.

—¿Por qué tratas de sacarme de tu vida? ¿Por qué no me das una oportunidad de pertenecer a ella? —Dio unas cuantas caladas al cigarro

—Últimamente mi vida es una montaña rusa. Ya no sé lo que quiero, ni siquiera sé quién soy. Soy una desconocida para mí. 

—Todos pertenecemos al eterno juego de la vida. —Volteó a verme y puso su mano por un segundo sobre la mía. —La clave aquí está en no dejarse vencer tan fácilmente.

Yo ya me había rendido hace mucho tiempo. 

Mis días solamente son eso: días. Tiempo que pasa, la vida cambia para algunos, para otros simplemente sigue siendo la misma mierda de siempre. Y no sé qué es peor.

Comencé a venirme abajo en cuestión de segundos.

Él sentía que pronto se iba a escuchar un derrumbe.

Supongo que por eso se lanzó a mí y me abrazó muy fuerte.

Lloré en sus hombros, cerré mis ojos mientras le decía al oído: "tú, por favor, no seas como el resto".

Aquello era un lugar oscuro, con tan sólo unos focos que alumbraban el sitio, olía a nicotina y las estrellas no brillaban tanto.

Vi pasar una estrella fugaz, y pedí que aquel instante fuese eterno. Quería que sus brazos me abrigaran toda la vida y no quería vivir sola nunca más, porque desde pequeña sé lo jodido que es enfrentar la desolación sin ninguna esperanza que te alumbre entre tanta oscuridad.

Yo lo quiero a él, fui una tonta al siquiera creer que era cierto lo que me dijo Taylor, cómo iba a dudar del único chico que me ha demostrado que sus sentimientos son reales.

Yo lo amo.

Lo amo, joder.

Lo amo. 

—¿Tú me esperarías toda la vida? —Me preguntó.


El Diario de AnnalisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora