XXVIII

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29 de octubre, 2009.


Puedo rescatar algunas de las conversaciones con el psicólogo, entre ellas esta:


—Siento que soy débil por pedir auxilio —Dije.

—Hacerlo solamente te hace más fuerte, acaso no te das cuenta de que hay que tener mucha valentía para enfrentar eso que tanto nos persigue. No todos piden ayuda, no todos piden auxilio, por eso hay muchos suicidios, la gente realmente piensa que pedir auxilio la hará ver débil, y no es así.

—¿Entonces soy fuerte?

—Valiente. —Dejó ir—. Pero has demostrado ser fuerte, porque mírate: estás justo donde odias estar, y sin embargo, te quedas a escucharme. Porque hablemos la realidad: a nadie le gusta ir a un psicólogo. 

—El problema de cierta gente es que, no es que no te escuchen, sino que se van cuando conocen tu historia y luego te das cuenta que has puesto tus ilusiones en la incorrecta, y cuando finalmente aparece la correcta, ya no tienes nada que ofrecer, excepto mucha devastación. Y eso, a muchos, no les gusta.

—Quien te quiera de verdad estará ahí para ti. No puedes llamar amigo a quien se va cuando ve que se acerca el invierno de tu vida. —Cambió de tema—. Cuéntame, ¿tienes miedos?

—Muchos. 

—¿Cuáles son?

—Mi mayor miedo es la soledad, pero es algo incoherente, puesto que he pasado la mayor parte de mi vida en una burbuja negra que me persigue cada vez que abro los ojos y veo que no hay nadie, solamente oscuridad, ni estrellas ni luna. Me la he pasado sola, sola y con muchos sentimientos desorganizados. ¿Ve el desastre?

—Entiendo... —se puso la mano en la barbilla—, en cierto momento, todos tememos quedarnos solos. La cuestión se basa en aprender a vivir con uno mismo.

—¿Eso es posible? —Pregunté—. No se puede lidiar con tal infierno.

—Cuando aprendes a hacerlo, las cosas son más fáciles: aprendes a soltar con mayor facilidad, ves la vida con los ojos de una chica que conoce todos los rincones de la depresión y sabe que estar ahí dolerá muchísimo.

—Soy un caso perdido, señor Smith.

—Todo caso hay que resolverlo. Estás sola.

—No. Me siento sola. 

No lo llamaría soledad, sino desolación: soledad es un lugar al que puedes ir y poder salir cuando quieres, la desolación es todo lo contrario -una vez que entras, es un reto salir de ahí-.

Quiero salir de este maldito agujero de una vez por todas. Ser una chica depresiva me hace escribir mejor, pero qué putada.

El Diario de AnnalisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora