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26 de septiembre, 2009.


Después de haber salido anteriormente muchos días con Noah, lo echo de menos. Echo de menos su risa, la sonrisa que se le forma cuando me ve y el brillo de sus ojos cuando veo con ellos el mundo. Todo a su lado es mucho mejor. 

Él insiste, incluso hoy, después de tantas veces que ha venido y lo he rechazado, finalmente decidí bajar a recibirlo.

Es de esos chicos que no se cansan de insistir. Y me gusta.

Mi mamá ya lo conocía, porque era ella quien le decía siempre que no estaba en disposición. Sólo le había dicho que era mi amigo.

¿Acaso somos algo más? No.


—Noah White —Lo presenté con mi mamá

—Noah, ella es mi mamá.

—Eres un chico insistente, ¿eh? —Le dijo mi mamá lanzándole una sonrisa —Bueno, los dejo solos.

—Prefiero ir a mi habitación. —Dije

—Está bien, pero con la puerta abierta, por favor. —Me lanzó una mirada

—No vamos a hacer nada que no hagan dos adolescentes, mamá. —Me reí

—Con permiso. —Dijo Noah extendiéndole la mano a ella


Subimos las gradas lo más rápido posible.


(Estando en la habitación)

—Me gusta tu habitación —Me dijo mientras se acercaba a unos cuadros de pinturas abstractas que estaban colgando sobre las paredes. —Me gusta.

—En esto me resumo. Aquí está mi esencia.

—¿Y esto tú lo hiciste? —Preguntó sorprendido al verlos

—Bueno, cuando tengo tiempo libre me gusta dibujar.

—¿Ves? No solamente te gusta pensar, sino también poner tus pensamientos en papel. Eres buena dibujando.

—Toma —Le regalé, no sé si el más precioso, pero sí el que más sentimiento le puse al momento de hacerlo.

Es un cuadro al que le tengo un valor único de cariño: es un atardecer, pero éste se divide en dos caminos, que significa que siempre va a haber una alternativa si al final del día no te funciona una.

Me agradeció, y se veía muy feliz.

—No te ves bien. —Dijo mientras se sentaba en el borde de la cama

—No lo estoy. —Ya no quería seguir mintiendo, me había cansado ya

Mentir me fatiga.

—Cuéntame la historia detrás de esas ojeras.

—Te he echado muchísimo de menos.

—Fuiste tú quien me estuvo alejando de ti, pero debes entender que eso me acercó, de alguna forma irónica, más a ti. Yo también te he echado de menos. Echo de menos salir contigo, ¿sabes?

—Me he sentido como un bicho, ya sabes, a veces me siento como me suelen decir Taylor y sus amigas.

—He estado hablando con Ross acerca de ti, ella y yo estuvimos muy preocupados al no saber nada de ti.

—Voy a llamarla más tarde, ella es una buena chica.

—Lo son.

—¿Quiénes?

—Tú y Ross.

—Yo no soy buena chica.

—Entonces eres una chica mala. Te ves tentadora. —Bromeó

—Deberías de tener más precaución conmigo.

—Quiero que seas el invierno de mi vida, la herida que nunca cicatrice, quiero que me duelas, ¿acaso no entiendes a lo que me refiero, Annalisa Green?

—A nadie le gusta el dolor.

—Entonces soy la única excepción. —Cambió de tema bruscamente— Me gustaría que saliéramos esta noche.

—¿Es una cita?

Asintió con una sonrisa pícara.

El Diario de AnnalisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora