XXVI

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20 de octubre, 2009.


Ross estuvo en mi habitación.

—¿Y cómo estás? —Me preguntó

—Aún escucho canciones tristes.

—Umm. Eso se escuchó demasiado deprimente aún.

—Pero me gustan las canciones tristes.

—También deberías de poner de vez en cuando algo más alegre. ¿No crees?

—No en este momento. No puedo, simplemente. Cuando estás jodida, cuando echas de menos a alguien, cuando necesitas mucho de quien no está, es cuando incluso los colores fuertes te parecen opacos. Y hoy yo soy una sombra. Y aquí empiezan las peores guerras conmigo misma —dije—, ¿sabes por qué me siento tan sola por las noches? No sé por qué por las noches me da por echarle de menos más, es como un gran golpe —el peor de todos— al corazón.

—Nunca te habías enamorado realmente de alguien, cuyo desastre encajaba a la perfección con el tuyo. Pero entonces apareció Noah y te hizo sentir cosas que nunca antes habías sentido. Y te da miedo, en cierto punto.

—El amor me es dañino. ¡Pero, joder, estaría dispuesta a morir en sus brazos!

—Las noches te hacen demasiado cursi, también.

—Las noches, no; él, sólo él.

Espero que él me eche de menos como lo hago yo, con la misma intensidad, con la misma urgencia de estar juntos de nuevo. Fuimos polos opuestos, pero algún día los polos tienen que cruzarse.

El Diario de AnnalisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora