Corrí hacia Ludwig, comenzando a llorar.
"Ludwig!!!" Grité.
Sentí que Eliz corría hacía aquí. Sentía sus pasos cómo se detenía, y luego escuché un grito ahogado.
"Ludwig!! Despierta! Ludwig!!" Grité desesperado porque Ludwig se despertara.
"Ll-lla-llamaré a una ambulancia."
"Corre. CORRE!!" Le Grité a Eliz.
Ésta salió corriendo en dirección a nuestro teléfono fijo. Mientras tanto, yo hacía todo lo que podía para que la sangre dejase de salir. Le puse un mogollón de papel higiénico y esperé a su lado sollozando. Mientras cogía el papel higiénico, encontré una hoja doblada al lado de Luddy. Me quedé embobado mirándola. La cogí y la metí en mi bolsillo.
"Ludwig" Susurré a su oído.
Oí la sirena de la ambulancia, y cómo la puerta de nuestra casa se abría de golpe. Con todas las fuerzas que me quedaban, levanté a mi amado y, con cuidado lo conduje hasta el pasillo. Allí ví como los enfermeros de la ambulancia subían por las escaleras, con Eliz guiandoles. Como pude, me acerqué a ellos, aún con lágrimas en los ojos. Al vernos, los enfermeros se acercaron rápidamente y cargaron a Ludwig hasta la ambulancia.10 minutos más tarde, nos encontrábamos en la ambulancia camino al hospital. Yo seguía sollozando silenciosamente. Eliz se me acercó y me abrazó.
"¿Crees que hemos llegado tarde? " Pregunté temeroso.
"Has llegado justo a tiempo." Me dijo Eliz.
"¿Por qué Eliz?" Pregunté.
Eliz me miró con mucha pena, y me abrazó fuertemente.
Llegamos al hospital en menos de media hora. Metieron a Luddy en la sala de urgencias y nos quedamos esperando. Poco a poco, nuestros amigos fueron llegando. Gilbert fué el primero.
"¿Qué ha pasado?!!" Gritó muy alterado.
Eliz fué quien se lo explicó todo. Gilbert se quedó en shock un momento, y luego volvió a hablar.
"Esto no puede estar pasando. Primero Roderich, ahora él...." Dijo y se limpió una lágrima. Los demás fueron llegando poco a poco.
Pasó una hora, pero aún no teníamos noticias de Luddy. Fue entonces cuando me dí cuenta de que ni Romano ni Antonio estaban allí.
"¿D-donde está Romano?" Pregunté.
"No lo sé, voy a llamarle." Respondió Kiku.
Gilbert se me acercó. Me miró y se sentó al lado mío.
Alfred, Antonio, Francis y Yao se nos acercaron también.
Nos dimos todos un abrazo.
El ascensor se abrió, y ví que Romano y Antonio caminaban hacia nosotros.
Antonio se nos acercó a Gilbert y a mí y nos abrazo también.
Romano estaba rojo, se me acercó y me abrazó. Yo no pude aguantar, y comencé a sollozar nuevamente.