I.

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Mi chaqueta negra se encuentra atada alrededor de mi cintura, el carmín de mis labios empieza a desgastarse del tiempo, mis botas empiezan a coger el color del negro azabache.

A pesar de que mis rodillas estén magulladas, y el asfalto esté frío, seguiré adelante.

Aun cuando la noche llegue, y los buitres estén al acecho, no me dejaré domar.

Respiro ese aire helado de medianoche, mientras mis pupilas reflejan la luz de la luna, brillante, sagaz, misteriosa.

Mi aliento empieza a hacer pequeñas nubes en el aire, evaporándose a los pocos segundos, como un destello.

Cojo mis sentimientos, y los tiro a la botella que tengo en frente, saboreando ese sabor amargo a soledad, degustar esos recuerdos olvidados en mi cabeza, no darles nombre, llevar la botella a mis labios.

Se termina.

Mis auriculares me esperan alrededor de mi cuello, como serpientes. Los coloco, subo volumen, a tope, sin control.

Las calles llevan la banda sonora de mis oídos, aun no sé qué hago vagando por aquí todavía.

Un gato negro.

Mala suerte querida.



Puntos suspensivos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora