Más cosas en que pensar

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Ya habían pasado seis meses desde aquella boda en donde tuve el atrevimiento de dejar a un lado parte de mi orgullo haciendo un sin fin de cosas que hasta ahora no dejo de reprocharme.

Ahora nuevamente me encontraba haciendo lo de rutina, leyendo y contestando pergaminos sobre los problemas de las regiones. No faltaba mucho para que hubiera una nueva junta con los otros daiyoukai lo que no me tenía muy feliz después de que Ushiro se las arreglara para dejarme en ridículo ante los otros youkai.

Rin daba lo mejor de ella en sus entrenamientos con el fin de que algún día pudiese defenderse sola y no fuera una carga, aun cuando ya le había dicho que no lo era ella seguía con esa mentalidad por lo que termine optando por dejarla seguir así. Kazuo cada vez era más estricto obligándola a adquirir una actitud un poco seria lo que me causaba gran molestia por muchas cosas por lo que una vez mi paciencia se agoto ordene a Kazuo presentarse ante mí. No dejaría jamás que ella adoptara una actitud seria, ella debía seguir tan alegre, sonriente, feliz y juguetona como era desde que la conocí.

Permanecía con los ojos cerrado intentando descansar sin lograrlo. Al cerrar los ojos recuerdos de mi niñez llegaban a mi mente en partes uno tras otro. No eran de mi agrado pero últimamente eran muy frecuentes. ¿A caso había algo oculto en ellos que debía recordar a toda costa? Y si era así ¿para qué demonios los necesitaba? No era algo que diera gusto recordar puesto que todos eran después de que cumplí quince años. Eran recuerdos muy remotos que no tenían importancia para mí ¿qué necesitaba de ellos? No eran más que entrenamientos, guerras, sufrimiento, dolor, heridas, nada que deseara revivir pero aun así insistían en salir lo que me tenía harto.

"¿Un sueño a caso?" eso era lo que me preguntaba mientras permanecía dormido sin poder despertar. Era como si algo me lo impidiera. Esto me desesperaba, me enojaba el pensar que alguien me quería obligar a evocar todo aquello que durante siglos luche por dejar en el pasado y de este modo en el olvido.

¿Qué era eso que miraba tan detenidamente? Era... una... espada, si una espada, pero no era solo una eran tres. Tenseiga, Tessaiga y Sounga las armas de mi padre... Todo se volvía muy obscuro

***

Flashback

No había pasado mucho tiempo desde que mi padre había derrocado Nibori Mitsuki de su puesto convirtiéndose de esa forma en el nuevo daiyoukai por superioridad de poder. Ahora, después de vivir mi corta vida en el palacio de las nubes junto a mi madre, me encontraba caminando por lo grandes pasillos del palacio del oeste, el cual aun desconocía pues no había pasado mucho desde que había llegado al mismo. Dando pequeños pasos miraba con cuidado todo el lugar hasta que llegue a un salón de gran tamaño del cual para entrar debía de pasar por un tremendo portón que a mi parecer era como una muralla por él tamaño pero sin más lo empuje asombrándome de que no era tan pesado para abrirlo y una vez lo hice un poco me asome encontrando a varios seres, ¿Quiénes eran? No lo entendía hasta que al visualizar mejor logre apreciar los rostros de todos y a mi padre lo que me hizo calmarme un poco. Ellos eran los antiguos daiyoukai. Ahí, parado a lado derecho de mi padre, estaba Saoron Higashi el antiguo defensor de la región del este, un hombre un tanto relajado pero cuando tenía que hacer su trabajo era un ser de temer con su carácter explosivo y un tanto malhumorado aunque la mayor parte del tiempo era calmado y sonriente, con cabellera negra pero con aquellos mechones, que cubrían su ojo izquierdo, de color azul, tez blanca, ojos amarillos y lo que parecía una cicatriz, atravesando su ojo derecho de color negro que era la única marca que parecía tener. Por otro lado a la Izquierda de mi padre se encontraba Tsubasa Kita gobernador de la región del norte, este, a diferencia de Saoron, tenía un semblante serio y muy estricto pero al poseer unos ojos rojos como la sangre causaba cierto miedo aunque en verdad era un ser que veía por los demás y demasiado protector, este tenía una cabellera de un color rojizo anaranjado y era de tez moreno claro con sus marcas youkai moradas atravesando su ojo derecho con una figura de una llamarada. Por último estaba Baion, el daiyoukai del sur, un ser amable pero serio a la vez, este resaltaba de los demás por el hecho de que era albino, de ojos azules y sin ninguna marca en el rostro, las únicas que resaltaban eran en sus manos donde se divisaban algunas franjas negras.

Sentimientos ocultos: un trágico amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora