Tinieblas

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I

El hombre de blanco vio el cielo.
Palideciéndose las nubes estaban
mientras con exangüe luz brotaban
las estrellas por todo el firmamento,
tiñendo de motas las tinieblas.

II

La luna se elevaba imperiosa
sobre las alturas ya ennegrecidas
dando algo de luz preciosa
a las almas que, desaparecidas,
vagaban por las densas nieblas.

III

Volando las aves sobre el cielo enorme
en las mañanas de luz pura y blanca
siguiendo las pisadas del hombre
que construido había la barca
y resistido todas las piedras.

IV

Las bestias ahora del suelo surgían
y por la tierra vagaban furiosas
con su sed de sangre monstruosa
que permanecía en su boca hasta que morían,
reclamadas sus almas por las tinieblas.

V

Erradicadas la luz y la blancura
por una esencia ruin y devastadora,
por una espada de sucia empuñadura,
cubiertas por oscuridad amenazadora,
confinadas por siempre a las tinieblas.

VI

¡Oh! ¡Las tinieblas!
¡Cubiertas por negra niebla!

VII

El hombre de blanco
ya no vestía pureza,
por su cuerpo largo
trepaban las malezas.
Persiste la niebla.

VIII

Una roja y larga mancha
bañaba de carmesíes tonos
la capa, chaleco y el sombrero
que cubría en todas sus anchas
al hombre cuya cadena de oro
fue arrancada por un bandolero
en el medio de las tinieblas
bañadas en la niebla.

IX

¡Ah! ¡Las tinieblas!
El ruin bandido huía,
pues cobrado una vida había.

X

¡Oh! ¡Las nieblas!
En ellas otra alma se hundía
para nunca ver la luz del día.
Y vagar por siempre en las tinieblas.

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