Prólogo

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Mi abuela paterna solía decirme que yo estaba destinado a hacer algo grande, ahora sé que no se equivocaba. Pero también sé que no soy lo que ella esperaba. Mi nombre...mi verdadero nombre no merece la pena saberse, nunca me gustó. Siempre creí que mis padres habían elegido el nombre más feo para fastidiarme y reírse de mí. A día de hoy, sigue sin gustarme, pero siento cierta nostalgia por él. Me gustaría oírlo otra vez, pronunciado por aquella voz gritona de mi madre y la voz suave y grave de mi padre. Ellos eran los únicos que me llamaban por mi nombre real, el resto de la gente, profesores, compañeros..., me llamaba siempre por mi apellido: Sinclair. Pero mis verdaderos amigos, esos que se cuentan con los dedos de una mano, ellos me llamaban Harrier. Hoy, Harrier es mi nombre, mi único nombre real. En inglés, Harrier significa Aguilucho. Sé que parece una locura, pero en ocasiones, los nombres te eligen a ti, y no al revés. Pero, sinceramente, de todo lo que me ha ocurrido en los últimos años, que mis amigos acertaran a la hora de darme un apodo es la menor de las locuras.

Todo empezó cuando tenía 17 años, con un sueño. Recuerdo ese sueño como si lo hubiera vuelto a tener hoy mismo, porque eso es justamente lo que ha ocurrido. Desde aquel primer sueño, he tenido cientos. Algunos se me han repetido, otros, los más importantes, son menos frecuentes. Los hay de toda clase, unos son bueno, otros son malos, otros no son ni uno ni lo otro y otros... otros son terribles. Pero todos tienen una cosa en común, que en realidad, no son sueños, sino recuerdos, recuerdos de personas que murieron hace mucho. En cada uno de ellos, recorro distintos cuerpos que no son el mío. Son recuerdos que me cuentan la historia de mis antepasados. Pero son fragmentos confusos, inacabados, sin nada detrás, sólo unos cuantos nombres, unas cuantas épocas y extraños disfraces. Cuando empezaron, pensé que sólo eran sueños de un adolecente con demasiada imaginación. Una vez me contaron toda la historia, la historia de mis antepasados, supe que eran algo más. Los sueños me ayudaron a creer, a asumir quien era. Cualquier otro habría dicho que, quienes la narraban, estaban locos. Yo quise creer eso en algunos momentos. Quería imaginar que todo era una mentira, uno de mis sueños. Pero no era así, porque cada vez que despertaba, todo seguía igual. No sé si siempre estuve destinado a esto, quizá había mil futuros posibles y éste fue el que me alcanzó primero. Lo único que sé, es que no puedo dejar que esto muera. A veces pienso que sería mejor mandarlo todo al traste, pero no soy un cobarde. No huiré. Yo no soy como mis padres. No creo que alguien esté manejando mi destino, pero de una cosa estoy seguro, esto, lo que soy, lo llevo en los genes. Han llegado hasta mí pasando por cientos de generaciones, multitud de nombres olvidados por la mayoría, pero no por nosotros. Ellos sobrevivieron haciendo de éste mundo un lugar mejor. Yo soy su legado. El legado del águila. Ahora, escribiré los hechos más relevantes de mi vida, tal y como hicieron otros antes que yo. Me llamo Harrier Sinclair, y esta es mi historia.

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Assassin's Creed: El legado del águila.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora