XV - Nada es lo que parece.

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Entrar en Siria directamente no es una buena idea en esos tiempos. Por eso, volamos hasta la parte sur de Turquía y cogimos un coche para llegar hasta la frontera. La única manera de atravesarla es tener buenos contactos y los Asesinos nos jactamos de tenerlos por todo el mundo. Por desgracia, los Templarios tienen la misma habilidad. Pero Siria es nuestro hogar, y quiero pensar, por una estúpida ilusión infantil, que estar jugando en casa nos proporciona ventaja. No sé en qué momento, empecé a sentir que Siria formaba parte de mí, o yo parte de ella. Quizá siempre lo he sabido, quizá lo descubrí en aquel momento.

Una vez en Siria, volvimos a coger un coche y nos dirigimos a Masyaf. Masyaf no es una gran población, no tiene muchos más de 30.000 habitantes, pero tiene una ubicación excepcional, pues no está a más de 50 kilómetros del mar y su castillo era considerado infranqueable en su momento de gloria. Es decir, cuando los Asesinos estábamos allí. Durante siglos no ha sido más que un atractivo turístico. Ahora los Templarios lo han reclamado por el mero hecho de conducirnos a los hijos del águila a una trampa. Creen que nos pillarán desprevenidos, creen que nuestra obcecación por recuperar el castillo y a los rehenes nos hará caer. Y lo más necio de todo, creen que sin los descendientes del águila, los Asesinos están perdidos. No puedo culparles por creer eso, porque también hay Asesinos que lo piensan.

El plan era reunirnos con Saiz, el líder de los Asesinos en Siria, antes de llegar a Masyaf. Él nos daría las armas y las provisiones que necesitaríamos para llegar a Masyaf. Íbamos Rebecca, Desmond, Adelaar, Orel, Kartal, Erelis, Taka, su padre y yo. Ciste había insistido en ir con nosotros, pero a Desmond no le había parecido buena idea. Demasiado aprendices, había dicho. Sabíamos que el trayecto hasta Masyaf no sería fácil, aunque se suponía que teníamos el recorrido menos problemático para llegar hasta allí, de forma que no levantaríamos muchas sospechas y no daríamos pistas a nuestros enemigos. Sin embargo, no tardamos ni una hora en ser detenidos. Un grupo de unos doce hombres y todos ellos cargaban con AK-47. Puesto que no llevábamos armas, nos hicimos pasar por mensajeros de la paz, o algo así. Creo que esa sería la traducción más aproximada de lo que dijo Desmond. No teníamos pinta de curdos o soldados enemigos, pero sin duda, tampoco teníamos pinta de mensajeros de la paz. Nos hicieron bajar de los dos vehículos en los que íbamos. Utilizaron un teléfono móvil arcaico y recibieron órdenes. Nos condujeron a los nueve hasta una casa que había a unos pocos metros de allí y nos retuvieron allí un buen rato. Desmond no hizo otra cosa que seguir al pie de la letra todo lo que ellos decían, así que nosotros hicimos lo mismo sin rechistar. Nos metieron a todos en una habitación pequeña, ese fue su mayor error. Nos dijeron que nos colocáramos de rodillas y con las manos en la nuca. La habitación sólo tenía una entrada y una ventana sin cristal ni nada, completamente abierta. Pusieron a un hombre en el interior de la habitación, a otro en la puerta y a otro par en el pasillo. Todos ellos armados. El resto debían estar rodeando la casa.

- ¿Qué pretenden hacer con nosotros? – Preguntó Desmond no fingiendo temor.

- Eso no depende de mí. – Respondió el hombre.

- Por supuesto que no. – Dijo Desmond en un perfecto inglés natal. Uno de los hombres del pasillo entró y se colocó de espaldas a nosotros, frente a la pared. Cuando se separó, observé que había puesto un C4 en la pared. Tragué saliva y oí la respiración aspirada de Taka. El resto ni se inmutaron. En ese momento me di cuenta de la diferencia que había entre un aprendiz y un veterano. Pensé que quizá lo más acertado hubiera sido parecer asustados, al fin y al cabo, sólo éramos mensajeros de paz. Pero como ese no era el plan inicial, el orgullo de un Asesino supera este tipo de cosas. No sé muy bien cómo explicarlo. La cuestión es que si nos movíamos, harían estallar el C4 y todo volaría por los aires, no era alentador y yo no tenía ni idea de cómo íbamos a salir de allí, pero mi fe en las personas que tenía a mi alrededor era tal, que casi no estaba preocupado. O eso, o que realmente no era consciente de lo que significaba todo aquello.

Assassin's Creed: El legado del águila.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora