XII - El Edén.

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Vi a Antonio salir de la guarida, sin saber si volvería a verle y sin entender por qué iba por un camino distinto al de sus hermanos. Pero no hice preguntas.

Dos días después de mi primera misión aún sentía como mis emociones se agolpaban en mí sin poder asimilarlas todas. Asombrado de lo fácil que me había resultado asumir la muerte de mis enemigos, temeroso de que la sangre de Asesino que corría por mis venas se apoderara de mi sentido de la justicia. Contento cada vez que me felicitaban por la misión y a la vez me preguntaba qué pensarían mis padres de mí. Me sentía orgulloso de haber ayudado a uno de los nuestros y de haber subido un peldaño más en mi carrera, pero las dudas que me abrumaban seguían diciéndome que aún me quedaba mucho por aprender. Cuando, al comenzar la misión, fui consciente de que mi vida corría peligro, pude notar como mi instinto me embargaba y se apoderaba de mí. Nunca había sido más consciente de que era distinto a los demás, de que mi sangre y mi linaje me guiaban hacia la victoria. Mi intenso, aunque breve, entrenamiento y educación empezaban a dar sus frutos de manera inimaginable. Si seguí así, yo mismo me sentía incapaz de ponerme límites.

Estaba dando vueltas al bolígrafo que tenía en la mano mientras leía, cuando recordé algo que había dejado pendiente. Los fragmentos del Edén. Pero ahora era de noche y la mayoría dormían y además yo estaba cansado también. Lo preguntaría por la mañana, después del instituto.

Fui, de nuevo, levemente consciente de que era yo, pero no era mi cuerpo el que se movía. La tenía delante de mí...la mujer que amaba...moría en mis brazos. "Cristina". Un dolor tan intenso se apoderó de mí. "Otra oportunidad", había dicho antes de morir. "Ojalá hubiera tenido otra oportunidad". La vida de un Asesino no es una vida que se pueda compartir con quien amas. El amor, el verdadero amor, es algo que prácticamente nos está vedado. Vivir con la carga de ser, en parte, responsable de la muerte de aquella persona a la que amas... no imagino una vida entera soportando el dolor que ahora sentía a través de Ezio. Sabiendo que, aun con todo el poder que albergaba, no pudo salvar aquello que más quería. Como en una película en la que los años pasan, la escena cambió por completo.

-Mia bella Firenze. – <<Mi hermosa Florencia>>. La panorámica era encantadora. Forencia sin duda es una de las ciudades más bellas que he visto, pero verla a través de Ezio, ver Florencia en pleno Renacimiento italiano es... es abrumadoramente indescriptible. No muchos hombres han tenido la oportunidad de ver las panorámicas de las que nos deleitamos los Asesinos. Todo se ve desde un punto de vista distinto, la ciudad como una esposa celosa que nos abriga, cobija y destruye lentamente, pero a la que no podemos dejar de amar. Las plazas grandes donde los mercaderes se golpean por un sitio donde poder vender sus productos, las calle estrechas y polvorientas, repletas de gente entrando y saliendo se sus casas bajas de tejados rojizos. Sus altas y perfectas iglesias que con sus cruces apuntando al cielo parecen más cercanas a Dios que ningún otro ser de la tierra. El hogar. Las calles en las que me crié, las calles en las que Ezio se crió, quiero decir. A veces no es fácil distinguir quien eres cuando tienes una vida y cuando duermes tienes otras muchas. A veces no recuerdo muy bien en que ciudad nací, puede parecer absurdo pero los sentimientos de cada uno de mis antepasado me acompaña y siento que conozco cientos de lugares, cientos de vidas, cientos de infancias y de recuerdos que no son míos. Oh Dios, ojalá pudiera creer que estás ahí. Siento una presencia a mi espalda. Me persiguen y aunque no sé cuál es el motivo, no dudo en desplegar ambas hojas ocultas y girarme lentamente hacia aquel que me vigila.

- ¿Qué buscas enfrentándote a mí, Templario? – La voz de Ezio salió de mi garganta y me retumbó por todo el pecho.

- He venido a decirte algo, Ezio Auditore.

- Debe ser un mensaje muy importante. – Guardé mis armas, esperando que él se confiara. – Habla.

- Mi maestro quiere hacerte una propuesta, Asesino. Te ofrece la jubilación. Una vida de seguridad y retirada de la guerra, los templarios pueden ofrecerte eso. – Aseguró el hombre, que no parecía tener más de veinte años. - ¿Pueden ofrecerte eso tus hermanos Asesinos? ¿O te darán la espalda cuando decidas dejarles atrás?

Assassin's Creed: El legado del águila.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora