XIII - Vista.

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Dicen que el destino de las personas está determinado desde el día en que nace, incluso desde antes. Yo debería creerlo más que ningún otro en el mundo y, sin embargo, estoy convencido de que no es cierto. Puede que estemos predispuestos a una cosa u otra, puede que nuestras capacidades y nuestro entorno nos dirija por un camino, pero siempre somos nosotros los que decidimos seguirlo y como dar cada paso. Nadie más que tú es el responsable de las decisiones que tomas y los caminos que empezamos. Nadie nace estando destinado a ser grande o a pasar desapercibido. Yo jamás creí ser nadie importante. Creía que, si algún día quería salir en las noticias o en las portadas de los periódicos (algo que nunca me llamó demasiado la atención), tendría que trabajar mucho para ello. Ahora, las cosas han cambiado y trabajo duro para que mi imagen no salga nunca a la luz. Tantas personas dependen de ello.

Un día, la guarida estuvo más agitada de lo normal. Los líderes y maestros de la Orden iban corriendo de un lado para otro nerviosos. Mientras que los demás, especialmente los aprendices como yo, no nos enterábamos de lo que estaba sucediendo. Ninguno preguntaba, porque si alguien quisiera que nos enteráramos ya habría sido así. Ciste y yo pasamos el día estudiando y entrenando. Al día siguiente, el ambiente no fue muy diferente. No me había cruzado con Orel en todo el día, así que no pude seguir con mi entrenamiento programado. De todas formas, no me sentía de ánimo para entrenar pues los días anteriores había intentado probar un nuevo salto y no me había salido nunca como quería. Me había dado más un golpe y no recordaba haber nunca tardado tanto en aprender a hacer algo. Me sentía frustrado y cansado así que decidí tomarme el día de descanso, igualmente no había nadie que me vigilara. Además, el día en el instituto había sido nefasto. El idiota de Johnny había venido a hablarme de nuevo. No sé qué le hace pensar que no volvería a ser capaz de romperle una costilla, pensé mientras se me acercaba. Pero, para mi sorpresa, esta vez no había venido a meterse conmigo por ser un novato en el instituto, básicamente había venido a contratarme. Me ofreció ser uno de su grupo de gilipollas e ir por el instituto metiéndome con el resto de novatos. Le rechacé y volvió a ponerse gallito conmigo, pues no podía vérsele débil delante de su estúpido club de fans sin cerebro que le seguían como perros bien adiestrados. Al final, sólo nos miramos con malos modos durante un rato y luego me dio unas palmaditas en el hombro, como si fuéramos amigos de toda la vida, rio y se dio la vuelta diciendo que seguramente aún no estaba recuperado del todo de la paliza. Preferí no decir nada más, era mejor que me vieran como el débil de la historia, era más fácil así. Cuando volví a casa, porque sí, la guarida de la Orden de los Asesinos en Madrid era ahora mi casa, me pasé un rato, no más de una hora, haciendo un trabajo de clase. Preferí ser un buen alumno y no meterme en demasiados problemas. Después, de pasarme unos tediosos 45 minutos viendo como me machacaban jugando a la videoconsola, impresionando a todos con mi repentina torpeza. Empezó a dolerme terriblemente la cabeza por estar tanto tiempo frente al televisor, así que decidí dejarlo. Ciste me aconsejó que me echara un rato, pero yo no estaba cansado. Creo que seguía preocupado por mi numerito del desmayo de día anterior. Intenté tranquilizarle y fui a hacer aquello que más satisfacción me produce, leer. Y últimamente mi mayor obsesión es leer sobre las vidas de Asesinos notables. Fui a la inmensa biblioteca y durante un buen rato me embriagué del olor de los libros, del tacto de sus cubiertas, de la luz amarilla que daban las bombillas de la sala y del sedante silencio que reinaba. El dolor de cabeza se fue disipando poco a poco. Observé los títulos de los libros, leyéndolos sin entenderlos, como cuando miras hacia la televisión encendida pero no la estás viendo. Así llegué hasta una serie de libros sin título en el lomo, que me sacó de mi ensimismamiento. Saqué uno de ellos y me di cuenta de que era un diario escrito a mano. Había muchísimos de ellos, estaban firmados por infinidad de Asesinos, personajes nobles, ricos e influyentes y otros parecían escritos por personas que habían sido involucrados en aquel tipo de vida casi por accidente. Estaban ordenados por fechas. El primero estaba fechado en 1193 y tenía la firma de Altair y el último era de ese mismo año y estaba firmado por Orel, la más joven de los descendientes de Altair, exceptuándome a mí. Era su diario de sueños, muy similar al que el señor Aguilar me había dado a mí. Junto a este, también estaba el diario de Adelaar que, a diferencia del de su hermana, que era morado, era de color rojo oscuro. Miré a mí alrededor antes de abrirlos, estaba en la biblioteca, a vista de todo el mundo, pero yo aún dudaba que cualquiera pudiera cogerlo y leerlo. Ambos estaban a la mitad, más o menos, el de Adelaar tenía escritas algunas páginas más que el de su hermana, no demasiadas para tener cuatro años más de vida.

Assassin's Creed: El legado del águila.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora