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Mi vida se desmorona, si es que no se ha desmoronado ya.

Volví a la ciudad desconocida. Odiaba lo ruidosa que era, mucho tráfico, mucha gente, mucha contaminación, muchos caninos abandonados, mucha indigencia y demasiada tristeza en cada una de las caras que observaba.

Al llegar a casa, mi tía me preparó té como de costumbre, no importaba el sabor, sólo importaba que fuera té.

Ella fue como mi salvación entre tanta desgracia. Me cuidó durante seis años, mientras cumplía mi mayoría de edad, pago mis estudios de bachillerato y me ayudó de alguna manera para ingresar a la universidad para estudiar

La sogaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora