11

148 3 0
                                    

Ya era hora de regresar a casa.

Fredd se acercó y me preguntó si podía acompañarme. Vivía al lado de mi casa, hubiera sido horrible decirle que no, igual, no me hubiera perdonado el hecho de negarme a su petición, así que asentí.

Estaba curiosa por saber algo de él, porque en la jornada estudiantil lo único que hice, fue responder sus incógnitas, pero nunca le pregunté algo. Hice el intento mientras caminábamos a casa.

- Em, Fredd, ¿tienes hermanos?- me miró taciturno. Ahí comprendí que había elegido la peor pregunta.

-Falleció hace seis meses, pena moral, supongo. Mi padre murió hace un año de cáncer, demasiado tabaco. Mi hermano nunca lo aceptó y optó por el suicidio. Yo fui el primero en verlo tendido en el suelo sin signos vitales. Le extraño.

Sólo le dije que lo lamentaba y que me disculpara. Él sólo calló.

Yo tampoco tengo a mi padre, nos dejó solas después de hacer un nuevo hogar con una mujer exitosa, yo tenía a penas ocho años. Conveniencia. No importa, ya pasaron doce años desde que nos dejó, no lo extraño. Le odio, le repudio.

La sogaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora