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Cinco meses después de haber muerto mi madre, mi tía y yo, viajamos a mi antiguo hogar.

Yo no me sentía preparada para volver al sitio donde podía faltar todo, menos mi mamá. La idea me estremecía, pero estaba él, y él era eso que me motivaba a hacerlo.

Al llegar, note que varias cosas habían cambiado y eso me molestaba de sobremanera, no era para bien, no aguanté ver tanta historia en una simple casa y salí corriendo a ver a Fredd, estaba emocionada por volverlo a ver y abrazar. Sabía que eran sólo cinco meses los que habían pasado sin verlo, pero para mí habían sido años, lo extrañé mucho, y más cuando mi mamá partió.

Al llegar a su casa, no vi gente por ahí, así que me dirigí directamente al patio, me dio una punzada en el estómago o en el corazón, fue raro y ni siquiera entendía ni sabía dónde había sido el dolorsito. Fredd, mi mejor y único amigo, estaba con una chica de cabellos dorados hermosos, jugaban con la soga vino tinto con la que solíamos jugar cuando estábamos más pequeños, pero que nunca me llevé porque siempre jugábamos en el patio de su casa.

Él ni siquiera notó mi presencia ya que nadie anunció mi llegada, su mamá no estaba y pude entrar con la confianza de siempre.

Nunca había sentido algo igual. Decepcionada, con la boca amarga y el nudo más enredado de la historia en mi garganta.

Los observé reír y jugar durante unos cortos minutos, luego dije hola.

La sogaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora