Carta de Navidad (parte 2)

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—Bienvenida Hermione, cariño –la recibió Molly Weasley, mientras la chica salía de la chimenea. Ahora que el ministerio le había permitido a sus padres usar la red flu desde su casa, las visitas de la leona a la Madriguera se hacían mucho más sencillas.

—Hola señora Weasley ¿cómo está?

—Muy bien, ahora déjame ayudarte con las maletas. —Con un movimiento de su varita, el baúl y todas las pertenencias de la chica flotaron por las escaleras hasta la habitación que compartía con Ginny—. ¿Qué tal las vacaciones con tus padres?

—Geniales, como siempre. Aunque... hubiera deseado poder pasar más tiempo con ellos,la verdad. Dos días no son suficientes. —Bajó la cabeza y se mordió el labio.

—Lo sé, Howarts siempre ha sido así. Nos aleja de nuestros seres queridos, pero ganamos muchas cosas buenas allí. Es un sacrificio que todos los alumnos hacen, sobre todo los hijos de muggles —la voz de la señora Weasley era comprensiva y suave, como si supiera con exactitud la forma en que debía hablarle, y como si ya lo hubiera hecho miles de veces antes—, pero cuando volvemos a reencontrarnos con ellos, más nos alegramos de verlos.

La leona estuvo a punto de responderle, pero Ron entró con una fuente de pastelitos en la mano.

—¡Hermione! Al fin llegas, y justo a tiempo para el desayuno. ¿Qué tal la casa de tus padres?

—Pues bien, creo. Todo sigue igual por allí. Atienden en el mismo lugar, no tienen deudas, y planean remodelar la cocina pronto.

—Oh... qué bien. Me alegro mucho por ellos. —El chico le sonrió, a la vez que ofrecía la comida que llevaba consigo. Se metió un pastelito en la boca, y continuó hablando con la boca llena—: ¿Sabes? Planeamos ir al Callejón Diagon mañana. Hoy todos los lugares estarán abarrotados por ser el día antes de navidad.

—¡Qué bien! ¿Y Harry ya llegó?

No fue necesario que nadie respondiera, ya que el aludido bajó las escaleras un segundo después.

—Hola Hermione, llegué hace un rato. Espero que tus padres estén bien, olvidé mandarles saludos de mi parte.

La chica lo abrazó al verlo, y un minuto después todos se encontraban desayunando en la cocina, mientras el resto de los Weasley iban sumándose uno a uno a la mesa.

Hermione pensó que aún no había visto a Ginny, y se preocupó por ella.

—¿Dónde está Ginny?

—Oh, aún sigue en su cuarto durmiendo —habló George—. Intentamos levantarla, pero tiene un pésimo humor por las mañanas, así que no creo que sea buena idea subir a buscarla.

—No creo que ella se levante feliz si ustedes la despiertan —dijo el señor Weasley—. Sobre todo por su manera de despertar a los demás, muchachos. Nadie considera un buen día si se levanta huyendo de bombas fétidas o con granos en el rostro.

Los gemelos iban a replicarle, pero su madre los cayó de un golpe, y llamó enseguida asu hija desde la escalera, sin recibir respuesta alguna.

—¿Qué le sucede? Ni siquiera contesta —dijo su madre, con el ceño fruncido.

—Tranquila Molly, está en plena adolescencia. Ya sabes como son los niños a esa edad.¡Lidiamos cinco veces con esto, y ahora dos veces más!

—Sí, pero Fred y George fueron los peores –replicó la señora Weasley a la vez que recordaba las travesuras que sus hijos habían realizado años antes,y que aún continuaban haciendo. Se preguntaba cuándo madudarían esos dos.

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